'May December'

La serena tranquilidad de las arañas

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Para muchos, Todd Haynes es el director de la correcta Lejos del cielo (2002) o de la sobrevalorada Carol (2015); yo mismo me siento tentado de reconocer que su obra más destacable es ese extraño retrato mutante de Bob Dylan llamado I´m not there (2007), donde la(s) identidad(es) era(n) tan volátil(es) como los rostros de los actores que daban vida al cantante. Pero no; sin duda alguna mi película preferida del estadounidense es Velvet Goldmine (1998).

En dicha película desfilaban Iggy Pop (Ewan McGregor) y David Bowie (Jonathan Rhys Meyers) y también un poco Lou Reed y demás personalidades: sin necesidad siquiera de mencionar sus nombres. Un filme en el que Christian Bale, muy joven, si bien no tanto como en El Imperio del sol (1986), investigaba, en calidad de periodista solitario y deprimido, las vidas de un puñado de rockeros efébicos, efímeros y finalmente estrellados con la excusa de llegar a entender mejor por qué el glam le sedujo alguna vez (sobra decir que fue debido al sexo y la droga y a la necesidad de buscar un futuro en una sociedad donde el futuro aparece como una pamema blasfema.)

La última película de Haynes, de reciente aparición en los cines de España (tranquilos: pronto en Netflix), se titula Secretos de un escándalo (May December, 2023), fue estrenada con buenas críticas en el último Festival de Cannes y se sostiene, antes que nada, en las sólidas interpretaciones de dos actrices atractivas y brillantes por igual: Natalie Portman y Julianne Moore. Se parece, de entre toda la filmografía de un cineasta tan ecléctico como interesante, a Velvet Goldmine más que a ninguna otra cinta anterior.

Portman interpreta a una actriz que debe encarnar al personaje de Moore, y para ello acercarse a su familia (destaca Charles Melton como niño en cuerpo de hombre, por haber sido antes hombre en cuerpo de niño), una mujer que a la edad de 36 años se quedó embarazada de un chaval de 13, delito por el cual acabó dando a luz en la cárcel y protagonizando todas las portadas de tabloides en su país. Ahora, 13 años después de lo ocurrido, cuando el tam-tam de la tribu indignada aún resuena, descubrimos por medio de la actriz qué aconteció realmente en una historia de fin de la inocencia.

La película es un melodrama sobre la identidad: una suerte de inversión sarcástica del cine de Sirk o Minnelli; y si en Velvet Goldmine un periodista manipulaba a sus sujetos de estudio para poder escribir una crónica acerca de su propia fascinación adolescente, en May December una actriz sexualmente insatisfecha investiga sus propios abismos bajo la excusa de ofrecer una actuación veraz. En ambos casos están presentes la amoralidad, el amarillismo y un puñado de vidas sobreexplotadas, pero a pesar de todo enterradas en el tiempo, y por eso mismo retomadas décadas después en nombre de un ideal nada honesto o ingenuo de verdad.

Una verdad impúdica. Una verdad cínica y descreída. Una verdad sin inocencia. Una verdad que, paradójicamente, nace de la manipulación. Porque el actor es, como el contador de historias al que sirve, un manipulador de emociones.

Secretos de un escándalo, que es el título bergmaniano que ha recibido la película en castellano, relata en realidad la labor que el propio Haynes lleva décadas practicando: es la exposición de la impudicia que siempre exhibe todo examinador de vidas ajenas. Algo que muestra a través de un filme raro y despiadado. Que a veces parece una parodia posmoderna, algo satírica, de su propio relato. A ratos romántica y casi siempre cómica. Muy fría, casi gélida, implacable con todos menos con el objetivo de la cámara que observa. Una historia dentro de una historia dentro de una historia. No convence a pesar de tener momentos brillantes, aunque eso tampoco importa: el juego de espejos es en realidad una trampa de araña en la que todos somos presa. Donde preside la serena tranquilidad de las arañas.

 

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