En la mayor catástrofe natural que ha asolado a España, las autoridades de muestro Estado fallido han dado muestras de la mayor cantidad de negligencias, deficiencias e incompetencias jamás imaginada. Desidias y negligencias que se enmarañan, además, entre los tentáculos q se trenzan entre el poder nacional (hoy denominado estatal) y los poderes autonómicos (pronto denominados “confederados”): turbia maraña que basta por sí sola para impugnar en su raíz el “Estado de las Autonomías” y desmantelarlo lo antes posible.
Pero ello no es nada al lado de lo otro.
Dejar sin limpiar; peor: prohibir la limpieza de broza y maleza en montes , cauces y barrancos; haber sido España el país que más presas ha demolido —cumpliendo las órdenes de los calentólogos y de la burocracia “ecologista” de la UE—; haber dejado de emprender las obras de desvío del Barranco del Poyo (de donde provino el principal alud de aguas desbocadas), las cuales obras fueron sustituidas por una donación de medio millón de euros a una ONG encargada de desarrollar la vegetación del barranco y favorecer el canto de los pájaros; haberse equivocado de medio a medio el día de la catástrofe, cuando se dejó de prestar atención a dicho barranco y se consideró que era otro embalse el que podía reventar; cosas como que, sólo después de varias horas de haber estallado el apocalipsis, la Generalidad valenciana envió un aviso a través de móviles: todo ello y mil cosas más constituyen negligencias culpables y marcadas por el signo de la muerte.
Pero son bien poca cosa al lado de lo otro.
Porque una cosa son las negligencias y sandeces; y otra es el crimen. El crimen de dejar de socorrer durante cinco días —suficientes para que murieran posibles supervivientes— a las víctimas de la región devastada. Cinco días durante los que el gobierno de la dictadura democrática se negó a enviar en masa al ejército, contentándose con expedir al puñado de soldados de la UME (Unidad Militar de Emergencias).
¿Por qué semejante canallada? ¿Por qué semejante crimen?
¿También fue por desidia, incompetencia, negligencia? ¿Acaso no sabían que desde el minuto uno hacía falta disponer de medios tan abundantes y poderosos que sólo el ejército —nunca las autoridades locales— podía proporcionar? Cómo no iban a saberlo. Lo sabían, y precisamente porque lo sabían, dejaron que la gente muriera y todo reventara. Lo sabían, no lo podían ignorar, y por eso pende sobre ellos una querella criminal de Vox. Lo sabían... y pensaron que cuanto peor, mejor. Se imaginaron que cuanto peor fuera la catástrofe, tanto más encenegado quedaría el gobierno del PP valenciano y tanto más aumentaría la ventaja política del PSOE y sus izquierdosos afines.
Pero, además de miserable y criminal, el cálculo era tan estúpido (vean el recibimiento deparado a Sánchez) que ya les está saliendo el tiro por la culata. La maldad era necia: consideraba que el pueblo español se iba a tragar semejante marrullería, ese pueblo que, volviendo a vibrar como un solo hombre, se ha lanzado a la calle a socorrer a los damnificados.
La preguerra civil
Cuando las cosas llegan a tal punto de maldad y degradación, ello al menos tiene una ventaja. Las cosas quedan claras; el campo, despejado: nosotros aquí, ellos ahí (todos, el PP por supuesto incluido, con su maldad algo menor y su estupidez mayor). Frente a frente. Sin subterfugios ni componendas. Sin “pactos” ni “sentido de Estado” que valga. El Estado —el Estado fallido del 78— ya pereció. Sólo queda —por grande, esforzada y larga que sea la tarea— tirar su carcasa al pudridero.
¿Significa ello que nos encontramos en una situación de lo que se podría llamar una “preguerra civil”, aunque no hablen aún las armas? Quienes hablan de preguerra civil —pensando sobre todo en los grandes enfrentamientos que la invasión migratoria engendra y engendrará con la población blanca europea— son quienes, con François Bousquet a la cabeza, componen el equipo de la revista Éléments que ha hecho de “Nuestra preguerra civil” el tema central del primer número de Éléments-El Manifiesto que acaba de salir en edición española.
No es posible entrar en todo lo que aflora a través de todas las ideas, debates y análisis que componen este número. Todo ello es —huelga decir— apasionante. Y vital: cuestión de vida o muerte.
Sólo podemos invitarles encarecidamente a leerlo.
Más información sobre la revista y sus precios:
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