Kiko

No hay mucha variación posible en un régimen partidocrático como lo es el nuestro.

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Hace tiempo que me propuse no hablar de política más que a través de la ficción. En otras palabras: referirme exclusivamente a una política sin Espectáculo ni Simulacro. A la lucha por el imaginario. Por eso hoy quiero hablar de Kiko Méndez-Monasterio.

Para una generación reaccionaria, minoritaria aunque contundente, educada a contrapelo de toda la “progredumbre” imperante tanto en la educación como en los medios de comunicación, el nombre de Kiko destaca junto con el de José Javier Esparza y Fernando Paz en la elaboración de un maravilloso programa de libros, “Leer por leer”, en la televisión antes llamada Intereconomía, hace ya unos cuantos años. Ni yo ni mis amigos nos perdíamos uno.

Tres comunicadores de primer nivel, tres bibliófilos de categoría, tres escritores muy distintos entre sí pero igualmente potentes estaban al mando de dicha iniciativa. Ante todo, tres pensadores con una idea sólida y coherente de España. Les daba igual hablar del concepto de Hispanidad que de una novela de aventuras. Al espectador también. Sus conversaciones resultaban deliciosas en ambas ocasiones.

Los tres tuvieron tentaciones políticas provenientes de un mismo partido político. Dicho ámbito, el de la política, nunca ha sido ajeno al mundo de los escritores, contra lo que ahora quieren hacernos creer los biempensantes autodenominados “puristas” de lo literario. Esparza y Paz ocuparon lugares menores dentro del partido, y acabaron saliendo, en cada caso, de la primera línea, por culpa de distintas razones que no vamos a desgranar aquí. Sólo Kiko se quedó de verdad inserto en la política. Con un papel muy relevante: consejero principal de Santiago Abascal. Y es en buena medida gracias a él por lo que se ha producido el triunfo mediático de Vox contra todos los impedimentos que el statu quo les ha puesto en este país.

Hace unos cuantos años encontré un libro llamado 'La calle de la luna' en una librería de viejo de Madrid

Hace ya unos cuantos años encontré un libro llamado La calle de la luna en una librería de viejo de Madrid. Cosa del azar, nada que yo anduviera buscando. El autor me era más que conocido y el argumento del libro me resultaba sugerente. Mi novia de entonces tuvo la amabilidad de regalármelo en ese mismo momento. Y yo, tan enfermo de literatura entonces como lo sigo estando ahora, no tardé muchos días en terminarlo. Descubriendo, conmocionado, que además de un comunicador de gran categoría, Kiko Méndez-Monasterio era también un excelente escritor.

En ese libro ambientado en el Madrid de los años 90 encontré una voz con ecos de mi adorado Louis-Ferdinand Céline a la hora de recrear los últimos coletazos de la Movida. Entre el testimonio y la elegía, el autor dibujaba una historia de iniciación deliciosa, entre lo mejor de la literatura española de su época (Literatura Universal, de Sabino Méndez, es la otra gran novela que tenemos sobre la misma época), con una voz joven y talentosa, amén de una elocuente mezcla de nostalgia y buen humor digna de las mejores canciones. Una historia, asimismo, del tan relevante cambio que en esos momentos sufría una sociedad española cada vez más inserta en el modelo de ingeniería social importado desde la Unión Europea (de aquellos polvos vienen estos lodos). Un libro, ante todo, cargado de una vida nocturna “pateada” de verdad y de un espíritu tan juvenil como el de sus personajes. Un viaje al fin de la noche pleno de Gran Literatura.

Busqué más libros del autor, pero no pude encontrar ningún otro. Parecería que esa ópera prima estaba destinada a quedarse como única tentativa literaria de su autor. De no ser porque hace apenas unas horas, Pedro Sánchez ha convocado elecciones generales para este verano, ante la debacle sufrida en las filas de la “izquierda indefinida” frente al avance de la opción liberal representada por el PP y VOX. En mi opinión, el intento de frenar la sangría por parte del presidente de Gobierno más megalomaníaco de nuestra Historia únicamente servirá para poner la puntilla a sus frágiles socios y para mandar al PSOE a la oposición de una manera similar a como ocurrió todo en 2008. España atrapada en su bucle de estulticia gatopardista.

Feijóo, apenas un remedo mal disimulado de Rajoy en talento e intenciones, traerá lo mismo que ya vimos entonces, con la variante a tener en cuenta de una mayoría absoluta o no: recortes para reducir el gasto público y privatización para minimizar toda política de carácter social. Mientras tanto la izquierda mediática movilizará a la calle generando un remedo del 15M para unos tiempos nuevos —Santiago Alba Rico, Paul B. Preciado, Antonio Maestre, Ernesto Castro, Elizabeth Duval, et alii, estarán preparando ya la bibliografía correspondiente—, generando para ello un movimiento de protesta más o menos explícito. En ese sentido, el trayecto de los dos partidos principales en España es siempre idéntico. Turnismo de nuevo cuño, sin disimulo, a pesar de los distintos partidos-muleta (UPyD, Ciudadanos, Podemos, VOX...) destinados a perecer con el paso de cada década.

Hay una buena noticia en todo esto: si el PP no saca mayoría absoluta en verano, necesitará a VOX para gobernar. Es algo que está sucediendo estos días en muchas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Dos partidos aplastantemente liberales (véase: Iván Espinosa de los Monteros), a pesar de las voces discordantes —si bien minoritarias— que pueda haber en ellos (véase: Jorge Buxadé), que se entenderán a la perfección entre sí para repartir cargos y atribuciones. Todo por el poder. En dicho escenario Santiago Abascal será, con toda probabilidad, un vicepresidente con todas las de la ley. ¿Y dónde acabará Kiko, factor clave en esta —¿última?— decisiva campaña electoral para que algo así sea posible? Quizás le aguarde algún puesto en el área de cultura. Y, con algo de suerte, el regreso a la calma que requiere cualquier escritura.

Quien esto escribe, ya lo saben, no espera nada de los políticos o de la política (la lectura, en dosis extremas, se lleva mal con la credulidad). No hay mucha variación posible en un régimen partidocrático como lo es el nuestro, impuesto hace casi medio siglo entre las presiones geopolíticas de los Estados Unidos y los asesinatos del terrorismo de izquierdas (ETA, GRAPO, FRAP) en las calles. Sólo hay, por lo tanto, una distinción posible en la actualidad política: noticias malas y noticias terribles. La marcha de Sánchez es mala, porque el ciudadano medio tiene una memoria terrible y muy pocas entendederas; y, tras ella, viene una noticia aún peor: la llegada de Feijóo al poder (Federico Jiménez Losantos ya ha escrito un libro para profetizar sobre el tema). Entre medias ocurre algo excepcional, en forma de ocasión única: llega una noticia excelente. En este erial cultural situado entre la cochambre y el desbarrancadero, España puede recuperar a un gran escritor, tras la llegada de un Gobierno del PP con VOX. Si Abascal acaba de vicepresidente, su mano derecha, Kiko Méndez-Monasterio, tal vez pueda volver a dedicarse a la literatura. Y eso es algo que sí que merece una celebración.

 

 

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