España: medalla de oro en autodesprecio

Compartir en:

¿Qué nos pasa? Pero ¿qué nos está ocurriendo? ¿Qué desgracia es la nuestra? Miren atentamente la imagen que ilustra este artículo. En su mapa se indican los porcentajes de la estima que cada país europeo siente hacia sí mismo. O lo que es igual, el grado en que la gente se estima... o se desprecia a sí misma.

Grecia figura a la cabeza con un brillante 89%. Lógico... si en lo que piensan es en la Grecia que fue cuna de nuestra civilización. Viene seguidamente Rusia, con un brillante 69%, y luego...

El etnomasoquismo

Pongámoslo ordenadamente. Ésta es la clasificación de la autoestima (o del autodesprecio) nacional en la Europa de hoy.

  1. Grecia: 89%
  2. Rusia: 69%
  3. Bulgaria: 69%
  4. Bosnia-Herzegovina: 68%
  5. Rumanía: 66%
  6. Serbia: 65%
  7. Noruega: 58%
  8. Polonia: 55%
  9. Chequia: 55%
  10. Moldavia: 50%
  11. Suiza: 50%
  12. Finlandia: 49%
  13. Italia: 47%
  14. Portugal: 47%
  15. Austria: 47%
  1. Hungría: 46%
  2. Gran Bretaña: 46%
  1. Alemania: 45%
  2. Eslovaquia: 44%
  3. Croacia: 44%
  1. Dinamarca: 44%
  2. Bielorrusia: 42%
  3. Irlanda: 42%
  4. Ucrania: 41%
  5. Letonia: 38%
  6. Lituania: 37%
  7. Francia: 36%
  8. Suecia: 26%
  9. Estonia: 23%
  10. Bélgica: 23%
  11. España: 20%

La última, con el farolillo rojo, en la cola de la vergüenza, mordiendo el polvo, ahí la tenemos, españoles todos, a nuestra amada patria. Aunque es la última, no está sin embargo completamente sola. Los únicos que se salvan son Grecia, Rusia y la mayoría de las naciones ayer sometidas al yugo comunista. Pero por lo que a Occidente se refiere, todas las naciones tienen la identidad y la autoestima por los suelos.

Todas las naciones de Occidente se destestan, todas padecen el síndrome del etnomasoquismo

Todas se detestan, todas padecen el síndrome de lo que Guillaume Faye denomina, con un nombre afortunado, «etnomasoquismo». Todas se sitúan por debajo del umbral del 50%: a tales extremos de degradación ha conducido la deconstrucción cultural en la que están empeñadas, desde hace décadas, tanto la izquierda como la derecha liberal.

Nuestras «élites» y nuestro pueblo

¿Están empeñadas nuestras «élites» en arrancarnos las raíces, privarnos de nuestra historia, hacernos olvidar a nuestros ancestros, convertir en suma nuestra identidad colectiva en la papilla viscosa —folklórica, y gracias— que ya es? No sólo están empeñadas en ello (eso ya lo sabíamos de sobra), sino que parecen estar consiguiéndolo. No lo consiguen solitas, sin embargo. Lo obtienen contando con el asentimiento —con la servidumbre voluntaria, que diría Étienne de la Boétie— de ese 80% de hombres y mujeres de nuestro país que reniegan no tanto de lo que son, pues ya casi han dejado de serlo, sino de aquello que posibilita que sean algo o que se reduzcan a ser (con perdón) una mierda.

Y, sin embargo, lo peor no son siquiera estos datos. Lo peor es el silencio clamoroso que los ha envuelto. Nadie se ha ruborizado ni indignado; nadie ha dicho una sola palabra; ningún periódico ha sacado ni un solo maldito artículo; ni una sola tele (lo contrario habría sido alucinante) ha abierto ningún Telediario hablando de nuestra vergüenza nacional. A todos les importa un bledo que nos queramos y nos afirmemos, o que nos detestemos y neguemos.

A quien sí le importaba, y mucho, lo que somos (mejor dicho, lo que entonces ya empezábamos a dejar de ser) era a Quevedo. A aquel Quevedo que escribía:

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar