Así que te dio por irte justo ayer, el día en que se cumplía el 16.º aniversario de aquel 10 de abril de 2007 en que José Javier Esparza y un servidor lanzamos, en su versión digital, el primer número de EL MANIFIESTO, ese periódico que se ha ido convirtiendo en la principal referencia de los “puyazos” (así los llamabas) que lanzabas tantas mañanas en Twitter. “Hoy, como desayuno...”, decías. ¡Y plaf! Caía, junto con tus comentarios, el enlace a uno de nuestros artículos, mientras lo que nos caía a nosotros era una barbaridad de nuevos lectores que nos descubrían.
Tú y Twitter… La famosa Red Social habrá sido tu última y gran experiencia (disculpa la redundancia: “lo grande” siempre fue lo tuyo; jamás lo pequeño o desaborido). “¡Qué me dices! ¿Que ha abierto una cuenta en Twitter?”, exclamé cuando Emma me dio la noticia. “¿Entonces, piensas, Fernando, ponerte a tuitear cada día? ¿Tú, que no paras de lanzar pestes contra “la Araña”, como llamas a Internet? ¡Tú, tan torpe con los ordenadores! Siempre me sorprenderás”, te dije un día.
Siempre me sorprendiste (¡ay, ese pretérito indefinido!...), tú, el más contradictorio de los hombres. Tú, que siempre has sabido, como lo sabía Heráclito, que “la lucha entre contrarios es el padre de todas las cosas”. Tú, que, detestando la política, has sido capaz de darle a Santi una idea tan genial como la de Tamames. Tú, el gran libertino, tan amante de amoríos libres y múltiples como leal amante de tus hijos, tu familia y tu mujer.
El anterior diálogo lo mantuvimos, ¿te acuerdas?, aquellos días de comienzos de la pandemia en que unos miserables te habían privado de tu columna en un periódico del Sistema que anda hoy vertiendo lágrimas de cocodrilo. Fue entonces cuando Emma y tú os lanzasteis a la aventura de sacar un digital al que llamasteis de la más “dragoniana” manera: La Retaguardia. ¡Qué gran periódico, pero qué poco tiempo duró! Su orientación y la de El Manifiesto se compenetraban tanto que estuvimos a punto de fundir ambas publicaciones en una sola. Pero los dioses no nos fueron propicios y resultó imposible vencer las inclemencias de su gran rival: el Dios Mercado.
Y después de tantas y tantas cosas; después de tantos afanes y tantos desvelos; después de tan intensa y lujuriosa vida; después de arremeter como un toro contra tantos enemigos y de ronronear como un gato con tantos amigos; “después de tanta hazaña —decía aquél— a que no puede bastar cuenta cierta”; después de todo eso, vas y no se te ocurre mejor cosa que hacer mutis, de pronto, por el foro.
¡Qué idea! ¿Piensas en serio que te puedes largar así como así? Como si no hubiera nada más por hacer; como si no quedaran pendientes, para ti y para todos, tantas y tantas cosas; como si no tuviéramos aún —decía aquel otro— que “hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”.
El video del entierro, en Castilfrío de la Sierra, de Fernando Sánchez Dragó
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