Los “perrhijos” y la familia multiespecie

“Una madre y un hijo —afirma #mamaperruna en Instagram— no son siempre de la misma especie.”

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“¡Guau, guau, guau!”, dicen ellos. “¡Ven acá, monín! ¡Ven con tu mamá!”, le responde Charo (llamémosla así): cualquiera de los millones de mujeres que, como una que publica en Instagram con el hashtag #mamaperruna, podría decir: “No sé lo que es salir corriendo al pediatra, pero sí sé lo que es salir corriendo al veterinario rogando que todo salga bien. No sé lo que es llevar a un hijo al colegio, pero sí sé lo que es sacarlos a pasear y verlos felices. No sé qué es que te digan ‘mamá’, pero sí sé qué significan esos ladridos y esos saltos de emoción cada vez que llego a casa. No importa que tengan cuatro patitas, son mis hijos y daría cualquier cosa por ellos. Una madre y un hijo —concluye— no son siempre de la misma especie.”

En fin, esto se acaba, amigos. “Paren el mundo, que me quiero bajar”, que decía Mafalda.

¿Sabían ustedes que en el momento actual ya hay en España más perros que niños? ¿Más?... ¡Más del doble, oigan! (Y luego veremos que, en realidad, los “seres sintientes”, como los llama la nueva ley, son más del cuádruple.) Los cachorros y adultos de la especie perruna ya son 9,3 millones, mientras que los niños de la especie humana menores de diez años sólo son 4,1 millones, según el padrón de 2021.

Ya hay en España más perros que niños

Ello significa que por cada hijo menor de diez años existen 2,2 "perrhijos". En Madrid, por otra parte, el número de seres de la especie perruna ya triplica el de menores de tres años de la especie humana.

Además, hay en estos datos, procedentes de un artículo de la Radiotelevisión Española, “La era de los perrhijos”, una grave, tremenda discriminación. ¡Nada se dice de los seres de la especie gatuna!, los cuales deben de ser —calculo— más o menos los mismos que los perrunos. De modo que si sumamos los adorables "gathijos" a los encantadores "perrhijos" (sin sorna: de verdad que lo son; el problema no está ahí), resulta que, con 18,6 millones de “seres sintientes”, hay entre nosotros cuatro veces  más de perros y gatos que de niños menores de diez años.

¿Qué les han hecho los "gathijos" para dejarlos de lado? ¿Por qué no los cuentan? Es ésta una injusta, intolerable discriminación que nos va a llevar a interponer una denuncia ante el Ministerio de Igualdad y de Derechos Humanos y Animales, ese mismo ministerio en cuyo REAG (Registro Estatal de Acosadores de Género) trabaja, por si alguien aún no se hubiera enterado, el protagonista de mi novela.

Luis Ayuso, catedrático de Sociología de la Universidad de Málaga, explica la situación mediante las obviedades que suelen enunciar los sociólogos. Resumen, sin embargo, muy bien la situación.

“Paren el mundo, que me quiero bajar”

“La Encuesta de Fecundidad —señala el catedrático— nos dice que de 18 a 29 años no se tienen hijos porque se considera que somos muy jóvenes para tenerlos; de 30 a 34 no tenemos hijos porque no tenemos un nivel económico para poder tenerlos; de 35 a 39 no se tienen porque no se encuentra la pareja con la que tenerlos, y de 40 en adelante no se tienen hijos porque ya no es posible tenerlos. Queremos, pero a esa edad ya no podemos.”

Y mientras tanto, como decía aquél (venga, ya saben ustedes quién, que lo digo mucho, hasta demasiado), «el último hombre se ríe, guiña un ojo y dice que “Nosotros hemos inventado la felicidad”».

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