Cui Xiaopan, nombrada la empleada del año en una de las principales promotoras inmobiliarias de China. Trabaja 24 horas al día, 365 días al año

El último hombre no es ningún  hombre

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Se equivocó el gran Nietzsche. Mejor para él, que, si erró, fue sólo porque no llegó a ver lo que a nosotros nos está dado ver.

Se equivocó el gran Nietzsche. «El último hombre», el más despreciable de todos los hombres, incapaz incluso de despreciarse a sí mismo, no es en absoluto lo que él pensó.

Recordemos sus palabras. Proféticas nos habían parecido hasta hoy mismo.

¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!

Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella, el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo.

¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.

La tierra se ha vuelto pequeña, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece.

“Nosotros hemos inventado la felicidad” —dicen los últimos hombres, y parpadean.

No, no es esto. Ese hombre que, creyendo haber inventado la felicidad, da saltos como un imbécil; ese hombre que, empequeñeciéndolo todo, ya no da luz a ninguna estrella; ese hombre, no…, pese a todo, pese a estar chapoteando en su degeneración misma, ese hombre todavía es un hombre. Abyecto y repugnante, pero hombre. Aún nace. Aún vive o vegeta. Aún muere.

En cambio, lo que ahora se nos viene encima; lo que, fabricado por aprendices de brujo chinos o yanquis,

Lo que va a poner término, si no lo remediamos, a la civilización y a la humanidad...

va a poner término, si no lo remediamos, a la civilización y a la humanidad (“transhumanismo”, lo llaman); ese esperpento que da forma al último de todos los hombres ya no es un hombre: es una máquina.

Véanlo, si no, leyendo este artículo de El Mundo: «La empleada del año es un robot (y muchas novias chinas ya son virtuales)».

Sus primeras palabras —y no hay razón para ponerlas en duda— son éstas:

Seiscientos millones de personas han descargado en China asistentes artificiales para evitar la soledad, y sus promotores difunden las ventajas de sortear “las experiencias negativas, como el engaño o los enfados, que las parejas acumulan en la vida real”.

 

Así habla y se mueve Zhang Zhao, el robot que
presenta las noticias en la agencia estatal china Xinhua

  

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