«La hecatombe no la ha producido ningún “cambio climático”, como pretenden estos hijos de la grandísima puta, sino su incompetencia criminal. […] Si los españoles de hogaño no tuviésemos horchata en las venas, tendríamos que ahorcarlos y después descuartizarlos»
—Juan Manuel de Prada
Al final, ante el clamor popular (y el de los propios militares), quinientos son los soldados que nuestro protector Gobierno ha tenido a bien enviar a la devastada Valencia. Quinientos soldaditos para combatir el apocalipsis... ¡Y lo que se han hecho de rogar! ¡Y el tiempo que le ha costado enviar a sólo quinientos soldaditos cuando habrían hecho falta 50.000 (aunque tal vez mis cifras sean incorrectas y ahora ya hayan enviado alguno más).
¿Lo han hecho por torpeza, por desidia? ¡No! Por maldad, por infame maldad; no hay otra explicación. Por la maldad de maniobrar a fin de que el lodo que inunda las calles valencianas recaiga sobre las cabezas de sus adversarios (y a la vez compinches del Régimen del 78) que gobiernan la región. La desidia y torpeza de los cuales también es responsable de la más catastrófica riada que recuerdan los siglos. («Cuando llegó a los móviles el aviso de gota fría —declara un damnificado—, yo ya estaba encaramado a un árbol mientras a mis pies la riada arrastraba a un cadáver»)
Y hablando de responsabilidades. Remontémonos más arriba, hasta la destrucción de presas y embalses que el Gobierno socialista, con la bendición del «principal partido de la oposición», ha emprendido estos últimos años. Lo han hecho, es cierto, siguiendo las directivas de, como diría Juan Manuel de Prada, los hijos de la grandísima puta de la UE. Pero es que, además, han ido mucho más lejos, convirtiendo a España en el país que más presas ha demolido en toda Europa (y por un coste... de 2.500 millones de euros, previstos —pues tienen la intención de continuar— hasta 2030, año de la famosa Agenda). Es posible que, si no hubiesen sido derruidas, tampoco las presas habrían evitado del todo las inundaciones, pero sí las habrían frenado, sí habrían impedido el apocalipsis. Como lo ha impedido el desvío del cauce del Turia que, después de la gran riada de 1957, hizo construir un cierto general denominado Franco.
Con lo cual resulta que, en su versión ecologeta, el wokismo —pues de él se trata— no sólo mata a las almas, sino también a los cuerpos.