Se ha terminado la mentira, se han acabado los engaños liberal-democráticos. Los amos del poder lo tendrán mucho más difícil a partir de ahora (pero lo seguirán haciendo, no se preocupen) para seguir envolviéndose en la retórica de la libertad de expresión y demás camuflajes.
Qué miedo han de tener nuestros oligarcas para que en todas partes, tanto en España como en el resto de Occidente, prefieran quitarse la careta y actuar a cara descubierta: sin componendas ni remilgos, sin hacerse más el demócrata. Lo cual no les impedirá, es cierto, seguir envolviéndose en la farfulla democrática e ir repitiendo a todas horas, como en un mantra, esa palabra huera, ese ensalmo, “democracia, democracia”. Toda la diferencia será que cada vez más gente verá el engaño y se echará a reír.
Mil casos ejemplifican ese quitarse las caretas; pero dos, de la máxima actualidad, lo resaltan aún más.
Revista prohibida en Alemania únicamente por sus opiniones
Ayer martes, el Gobierno alemán prohibía la revista de la derecha patriótica Compact. No se trata de una revista cualquiera, sino de una importante publicación con una tirada de 40.000 ejemplares, los cuales se venden (perdón, se vendían) sobre todo en cuatro Länder: Brandemburgo, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Hesse. Los tres primeros son del este y en dos de ellos (Brandemburgo y Sajonia) se van a celebrar elecciones en septiembre, con el derechista partido AfD en cabeza de los sondeos y el temor del Sistema corriendo detrás.
También han sido prohibidas las actividades que Compact, como empresa multimedia, llevaba a cabo a través de un canal de vídeos y de una tienda en línea donde vendía libros, audiolibros y DVDs, así como artículos de merchandising: ropa, carteles, pegatinas, copas y medallas (la de Donald Trump y del líder de la AfD en Turingia, Björn Höcke, entre otras).
Sin embargo, ni Jürgen Elsässer, el director de Compact, ni ninguno de sus colaboradores han sido todavía detenidos. Sólo se han allanado sus domicilios por parte de la policía. Buscaban sin duda aún más abundantes pruebas de la maldad de unos individuos que, según la declaración del Ministerio del Interior, “pretenden degradar a miembros de determinados grupos étnicos, en particular a los de origen árabe, como ciudadanos de segunda clase, a los cuales les asignan generalmente características negativas, como tendencia a la violencia y a la criminalidad”.
Los planes de Sánchez para amordazar a los medios
¿A los medios no adictos al Régimen? No, pues adictos al Régimen del 78 lo son todos (entre los importantes, que EL MANIFIESTO también es un medio). La mordaza sólo está destinada a los no adictos al Gobierno.
Desde la Moncloa siguen aún sin dar los detalles de la operación, pero lo que están preparando es una doble mordaza:
El palo, por un lado, y la zanahoria, por otro.
El palo (privación de subvenciones y de publicidad institucional; multas en los casos más graves) para los medios que expresen opiniones disconformes (sí, opiniones: esa cosa en que consiste la tan pregonada libertad de expresión).
La zanahoria (en forma de cien millones de eurazos puestos sobre la mesa) para los dóciles y aborregados que hagan y digan lo que hay que hacer y lo que se debe decir.
¡Menudo sinvivir representará ello para los directores de los medios! La censura previa, francamente, es cosa mucho más segura y relajada.
EL MANIFIESTO es inmune a tales palos y a tales zanahorias
Nada recibe... y nada le pueden quitar.
Sólo sobrevive gracias a sus lectores.
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