Poco a poco, sigilosamente, como el que no quiere la cosa, el enemigo va avanzando y ocupando terreno. El nuestro. Y, así, el miércoles de la próxima semana, Día de la Gran Horterada Gay de cada año, sucederá que, por primera vez en la Historia, el acceso a un espacio público madrileño estará vedado a los hombres y mujeres blancos —ya sean gays o lesbianas— por el mero hecho de ser blanca su lisa piel.
No crean, sin embargo, que los negros lo van a tener mucho más fácil. Si pertenecen al colectivo LGTBIQ+ podrán acceder, es cierto, a las dos carrozas del denominado “Orgullo Alternativo” en las que rigen tales normas (“carrozas” las llaman...: aquel egregio vehículo en el que príncipes y señores paseaban otrora su alcurnia y señorío). Pero, cuidado, si los mismos negros o negras deseosos de subirse a una de tales carrozas no pertenecen a ninguna de las categorías LGTBIQ+, les será igualmente denegado el carrocil acceso, como si de unos blanquitos de mierda se tratase.
¿Es esto racismo antiblanco? ¡Es racismo antiblanco en toda su insolencia y esplendor!
¿Es una afrenta que se suma a un cúmulo de afrentas intolerables? Es, por supuesto, una afrenta que se suma a un ingente cúmulo de otras afrentas... pero que, en España al menos, sólo unos cuantos vemos y afrontamos.
Pero... afrontar todo ello en serio y de verdad, ¿no podría conducirnos a la guerra civil? A la guerra tal vez, pero no a la civil sino a la racial. Salvo si los blancos islamo-izquierdistas tomaran el partido antiblanco.
¿Y no la perderíamos esta guerra, visto que vamos a acabar siendo demográficamente muchos menos? Depende de cuando abramos los ojos y actuemos. En Francia, en todo caso, esta misma guerra (sin armas, de momento) empieza ya el próximo domingo y, por ahora, parece que los blancos la están ganando.
Nota.- El inteligente lector ya habrá comprendido dos cosas. Una, que malditas las ganas que tenemos de acercarnos a la gran cochambre de hortera vulgaridad en que consiste el “Orgullo Gay”. A efectos prácticos nos deja más que indiferentes nuestro imposible acceso. Sólo por puna cuestión de principio hemos aireado el racismo antiblanco que estas dos carrozas implican.
La segunda cuestión es que, dejando de lado la basura barriobajera con que el “Orgullo” se envuelve, así como el intento de imposición de las prácticas gay al conjunto de la sociedad, nada hay que objetar, obviamente, al libre ejercicio de las mismas.
Todas estas cuestiones las encontrará mucho más desarrolladas en el N.º 6 de nuestra revista en papel (y en PDF) dedicada a LA GRAN SUSTITUCIÓN
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