Imágenes de los dos colegios mayores la noche de la "agresión machista y heteropatriarcal"

Santurrones progres... y liberales

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“¡Salid, putas, de la madriguera! ¡Ninfómanas! ¡Os vamos a follar!”, gritaban desde sus ventanas los estudiantes del Colegio Mayor Elías Alhuja de Madrid dirigiéndose la otra noche a sus vecinas del Colegio Mayor Santa Mónica. Las cuales, regocijadas, contestaban a sus amigos y compañeros: “¡Queremos más, queremos más!”. Luego, a preguntas de los periodistas que se precipitaron a asediarlas, las estudiantes precisaron que todo era una tradicional broma de inicio de curso por la que no se sentían en absoluto ofendidas y pedían la readmisión de sus compañeros masculinos que han sido expulsados del colegio mayor.

Ante la blasfemia mayor de los tiempos LGTBIQ+, las vestiduras se han rasgado

Ante la blasfemia mayor de los tiempos LGTBIQ+, las vestiduras se han rasgado y se ha montado el mayor de los escándalos. “¡Machismo insultante, expresión denigrante del heteropatriarcado”, etc. han gritado todos a coro. Todos. No sólo el rojerío PSOE-izquierdista, encabezado por sus televisiones (la Sexta y TVE) que han abierto con tal noticia sus telediarios. También el PP (cosa lógica y de esperar) ha repudiado el “machismo” varonil. Y lo más tremendo: también Vox, en boca de Rocío Monasterio y de su recientemente dimitido secretario general J

También Vox ha inclinado la cerviz

avier Ortega Smith, ha inclinado la cerviz y se ha sumado al coro de los santurrones de la virtud feministoide. Sola, en toda la casta política, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ha tenido la inteligencia política de negarse a condenar los hechos.

Cuando todo se rompe...

Cuando todo se rompe —valores, principios, belleza, tradiciones...— hasta se quiebra el sentido mismo del humor y de la fiesta. Todo se vuelve triste, enjuto, seco. Como les gusta a ellos, como son ellos mismos: mirad, si no, la cara de los líderes del mundo progre-liberal que nos sojuzga (suavemente, dulcemente, la mayoría de las veces; pero si nuestra servidumbre voluntaria no les basta, entonces...).

Todo se había limitado a una fiesta, ¡por Dios!, a una de esas tradicionales bufonadas estudiantiles con las que se suele celebrar el comienzo del año académico. Jamás, fuera de tal contexto, a ninguno de los “machistas” estudiantes se le ocurriría dirigirse con tales términos a sus amigas, compañeras o novias.

Fue una bufonada, es cierto, de tintes groseros, vulgares, incluso. ¿Y?... ¿Desde cuándo los forjadores del mundo más vulgar, feo y grosero de la historia osan criticar una vulgaridad puntual, breve y festiva? Es más, ¿desde cuándo las bufonadas festivas carecen, en el grado que sea, de tales rasgos? ¿No los había acaso en todas las tradiciones y ritos, hoy perdidos, en que, durante ciertos días del año, se transgredían los principios  y el orden social imperantes? ¿Acaso no era descomedido, desaforado y burdo todo lo que se celebraba desde las Saturnalia romanas (con sus orgías y su inversión de roles entre amos y siervos) hasta los carnavales medievales y renacentistas?

¿Hasta tal punto hemos perdido el sentido del humor y de la transgresión, de la fiesta y de la tradición?

¿Hasta tal punto hemos perdido hoy el sentido del humor y de la transgresión, de la fiesta y de la tradición? Por supuesto que los hemos perdido. Pero todavía no todo el mundo. Todavía no lo han perdido, por ejemplo, los estudiantes de ambos sexos (sí, “sexos”, no “géneros”, maldita sea) de estos colegios mayores de Madrid que, con su fiesta, se han mostrado inmunes (¡y cómo les duele a los progres y liberales!) a la ideología de género y demás desatinos woke que, desde su más tierna infancia, los forjadores de ideas (desde los medios de cretinización hasta muchos docentes, pasando incluso por sus propias familias) les han tratado y tratan de imbuir.

Saludemos, pues, con simpatía y admiración a los estudiantes de los colegios mayores Elías Alhuja y Santa Mónica de Madrid. Y esperemos que los años próximos tengan las agallas de proseguir su tradición. Pero les resultará difícil: la policía del pensamiento y los nuevos Savonarola  velarán por el mantenimiento del orden y la moral.

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