Hagámonos una pregunta: ¿cuántos lectores de EL MANIFIESTO han leído alguno de los textos fundamentales de José Antonio Primo de Rivera? Algunos, sin duda, pero muy pocos. Y si la pregunta la extendiéramos al conjunto del público lector de este país llamado España, entonces ya...
Por ello nos ha parecido de gran urgencia publicar una antología de los textos más destacados del hombre al que, ochenta y siete años después de haberlo matado, sus asesinos han vuelto a ejecutar —simbólicamente, esta vez—, exhumando los restos de su tumba en el Valle de los Caídos para echarlos en un cementerio de Madrid.
Lo que importa de esta antología no son sólo, no son ante todo las razones
políticas. Aunque terriblemente desfigurada —tanto por los unos como por los otros—, la importancia política de José Antonio es suficientemente conocida por todo el mundo. Lo que es desconocido, en cambio, es
Lo que se desconoce es la alta dimensión teórica —y literaria— de sus textos
la alta dimensión teórica —añadamos: y literaria— de sus textos.
Difundirla, darla a conocer al máximo: tal es lo que pretende esta antología que, con una larga Introducción elaborada por quien esto firma, presento con el título de José Antonio Primo de Rivera. El político poeta.
Porque ese político no sólo era político. Era también poeta. Como no podía dejar de serlo quien proclamaba —y escribía con el correspondiente estilo— que «A los pueblos no los han movido nunca más que los poetas, y ¡ay del que no sepa levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!».
Palabras que nadie más ha pronunciado nunca. Palabras extrañas. Palabras que, aún menos, nadie practica ni ha practicado.
Poco tiempo tuvo José Antonio para ponerlas en práctica. Pero suficiente para dejarnos la impronta de su acción. Suficiente también para dejar plasmadas sus ideas en los grandes textos que aquí se reúnen.
Destaquemos dos. El primero es importante por la clarividencia de lo que presagia sólo unos meses después de iniciada la Guerra Civil.
¿Qué va a ocurrir si ganan los sublevados?, se preguntaba en «Guion de manifiesto político». Y respondía: Un grupo de generales de honrada intención, pero de desoladora mediocridad política. Puros tópicos elementales (orden, pacificación de los espíritus...).
Detrás:
1.º El viejo carlismo intransigente, cerril, antipático.
2.º Las clases conservadoras, interesadas, cortas de vista, perezosas.
3.º El capitalismo agrario y financiero. […] La falta de todo sentido nacional de largo alcance.
Y, a la vuelta de unos años, como reacción, otra vez la revolución negativa.
Salida única:
La deposición de las hostilidades y el arranque de una época de reconstrucción política y económica nacional sin persecuciones, sin ánimo de represalia.
Esto lo escribía el 5 de noviembre de 1936. Quince días después era fusilado.
Lo que presagia en el otro texto es algo de la más rabiosa actualidad en nuestros posmodernos tiempos:
No la muerte por catástrofe, sino el encharcamiento en una existencia sin gracia ni esperanza. Todas las actitudes colectivas nacen enclenques [...]. La vida de la comunidad se achata, se entorpece, se hunde en mal gustoy mediocridad.
¿Alguien conoce tales palabras? ¿Alguien tiene idea del verdadero pensamiento de semejante político poeta?
Un político poeta: la más extraña de las conjunciones
Un político poeta: la más extraña de las conjunciones. Se alinean juntos el gran estilo, el gran pensamiento y la gran acción. Algo que se ha dado escasísimas veces a lo largo de la Historia. Sólo un Pericles, un Marco Antonio, un Séneca, un Marx acaso (si nos olvidamos del gran estilo), y pare usted de contar.
Que habiendo surgido semejante prodigio en nuestra tierra y en nuestra lengua, lo desdeñemos y desconozcamos hasta tal punto, no tiene, la verdad, perdón de Dios.
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