Decíamos ayer: en España el arte ha muerto; en España el lector ha muerto; en España la literatura ha muerto. Añadimos hoy, a modo de consecuencia; mejor aún, de causa: la crítica literaria ha muerto. El arte de la crítica literaria es en la actualidad ninguneado en favor de la publicidad. Del interés. O la intragable morralla académica. Y de una lógica comercial por lo demás ajena a cualquier atisbo de estética. Es temporada de adioses. Adiós, Europa…
Algunos de los más grandes escritores de los dos últimos siglos han practicado con buena salud el arte de la crítica literaria, incluso paralelamente al de la re-creación de literatura. Otra vez la máxima farettiana: los antiguos tenían arte, pero no estética; los modernos tenemos estética, pero no arte. De lo que se puede inferir, no sin un prurito de exageración: la estética es, en buena medida, el arte de los modernos. Así pues, el cuentista Edgar Allan Poe o el poeta Charles Baudelaire, en el siglo XIX; y Paul Valéry o T. S. Eliot, en el siglo XX, merecen ser leídos tanto por su obra creativa como por su obra crítica. Por no hablar del filósofo francés Roland Barthes o del ensayista norteamericano Edmund Wilson, cuyos textos sobre literatura, más allá de las respectivas (y más bien equívocas) tentativas políticas de cada uno, alcanzan, de por sí, una sólida categoría artística: en cierto sentido, la cima del arte de la crítica literaria. Demostrando hasta qué punto un texto que versa de la literatura puede terminar resultando, asimismo, literatura.
La verdad resplandece por su evidencia: pocos placeres son mayores que los proporcionados por la literatura. La experiencia de todo lector que se abandone con deleite a sus múltiples vidas imaginarias así lo prueba. Parafraseando a Gómez Dávila: leer es la única manera de distanciarse del siglo en el que le cupo a uno nacer. Si la fantasía, tan querida para otro gran crítico literario como lo fue Borges, crea mundos abstractos para que podamos soñarlos despiertos; la crítica literaria profundiza en mundos concretos, que vienen ya trazados, para que podamos re-descubrir nuevas facetas, a través de otras lecturas ajenas a la propia, de los tan queridos libros; en ese segundo grupo habría que encuadrar
'Por gusto', el último libro publicado hasta la fecha por el Marqués de Tamarón
Por gusto, el último libro publicado hasta la fecha por el Marqués de Tamarón. Hay muchas formas de arte, algunas de las cuales aparecen mencionadas en el libro de Santiago de Mora-Figueroa y Williams, pero es del arte de la crítica literaria del que el propio libro supone una pequeña gran demostración.
La cantidad de citas, la variedad de temas y el aparente desorden con que todo ello se presenta da cuenta de aquello que nutre un buen discurso: el equilibrio entre la ocurrencia amigable, el dardo con un aguijón regado de fina ironía y una honda reflexión, por lo demás nada plúmbea, siempre bañada en erudición, y erigida sin el menor atisbo de pedantería; incluyendo, a cambio, una gran cantidad de apuntes críticos acerca de nuestro momento histórico: notas reaccionarias, algo así como a pie de página, de autores tan importantes como Spengler u Ortega; nada menos. En definitiva, ¿qué es la literatura, sino una amalgama de “personajes, obras, ideas y otros fantasmas”, donde la mera glosa, y también la glosa que apunta a la glosa, se confunden y se entrecruzan en un inabarcable juego especular?
Publicado por Amazon, como corresponde en estos tiempos de abulia editorial y precariedad lectora, Por gusto es un libro que se debe leer a pequeños tramos, con el deleite y la celebración que merece cualquier manjar. Este discurso ameno, de gran prosista que además de novelista (El rompimiento de Gloria) es ensayista (El siglo XX y otras calamidades), es el pequeño gran tesoro de sabiduría culta y popular que el Marqués de Tamarón nos lega con generosidad tras una vida cargada de lecturas, cuartillas tachadas y buen humor. A pesar del vendaval que arrecia, que arrasa, desde el exterior. Seguro de que en esas escasas páginas, que inevitablemente remiten a otras muchas toneladas de páginas, se encuentra algo parecido a la felicidad.
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