No es totalmente cierto que PP y Gobierno no estén de acuerdo. Lo están en asumir por ambas partes el peor diagnostico y la peor medicina, a saber: la conveniencia de reducir gastos e implantar la doctrina del cinturón a todos los niveles. Esta doctrina la asume y proclama con radicalismo el PP y con tibieza el Gobierno. Pero en ambos casos se omite y olvida que la necesidad más urgente es la de restablecer la demanda global al nivel que tenía antes de la crisis, esto es, en 2003.
El restablecimiento de la demanda es urgente y por ello valen de poco las recetas que esperan la recuperación de medidas fiscales que empecerían a notarse a mediados del año próximo. Tampoco conviene tomar con rigor la receta de la CEOE de no subir los salarios, cuando es la respuesta históricamente demostrada como eficaz remedio a las recesiones. Admitiendo que a las empresas que venden menos, que son la mayoría, no se les puede pedir que paguen más, resulta que tenemos a la vista un remedio del que nunca pudimos disponer. Dicho una y mil veces la importancia y efectividad del remedio y su carácter único, gratuito y de efectos inmediatos, es la rebaja al 30 o 40% de los recibos de las hipotecas que afectan a más de 20 millones de consumidores. Y este remedio no solo está al alcance de la mano sino que está al alcance de una sola mano si se la fuerza a cumplir con el mandato recibido, que no pasa por encarecer sino por abaratar los costes financieros.
En estos días hemos tenido que sufrir otra gran simpleza en materia del déficit exterior. Desde el PP se ha dicho que es el agujero por donde se nos va la vida. Esta visión torpe está en el centro de las preocupaciones del PP y es una razón más para no esperar mucho de la oposición. Ese desfase contable entre mercancías compradas y vendidas carece al 100% de relevancia pública, que la tenía y mucha, cuando necesitaba exportar para ganar divisas con las que pagar las importaciones. Hoy las pagamos con la moneda que es la segunda, sino la primera divisa del mundo. Y no hay deuda alguna en dicho desfase puesto que está pagado al contado salvo los aplazamientos concertados a nivel particular.
Otra receta vana de la oposición relacionable con el tema anterior es la mejora de la competitividad que por ser inferior a la deseable causa el referido desfase. Una vez más digo y repito que la competitividad no consiste en vender lejos sino en vender bien y con facilidad. Un incremento de competitividad o sea, una mejora en calidad y precio puede conducir a una disminución de exportaciones y no a su aumento, pues la empresa que vive tal mejora no necesitará mandar sus mercancías a China si por obra de esa mejora le quitan su mercancía a pie de fábrica.
Por último, si dijeren los obsesos por el déficit que el mismo ocasiona salida de circulante al exterior con disminución proporcional del circulante interno, les respondo que esa disminución en el caso de España se compensa con creces con el turismo, que como yo dije hace muchos años, es la parte más sólida del sector exterior.
La reciente reunión de economistas mal escogidos en la Moncloa también ha hecho suyo semejante error. Aciertan los que dicen que lo peor está por venir a la vista de la pésima interpretación de la realidad de que hacen uso y gala los economistas cenizos que nos ha tocado sufrir.