La crisis de 2008: a todos los que vieren y entendieren, sabed…

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Se reconoce por fin la existencia de crisis, pero tal reconocimiento no basta para su eliminación. Puedo reconocer la crisis y no saber cómo enfrentarme con ella. Pero acierta el gobierno al pedir que no se magnifique el concepto por el impacto que puede tener en la caída de la demanda efectiva. A los que no gastan por falta de dinero se pueden unir los que teniendo dinero, no gastan por el miedo que les crea la campaña de derrotismo. Circulan las siguientes versiones de la crisis:
1.     Desde la oposición. Rajoy nos dice “que el gobierno ofrece medidas cosméticas cuando se necesita cirugía (…), coger el toro por los cuernos”. EL MUNDO nos dice que las medidas tienen que ser impopulares y que a eso no se atreve el gobierno. Rato desde su inmensa experiencia nos dice “que si se tarda en tomar medidas se retrasará la solución”. Otra oferta vana, impropia de quien ha tenido tan altos cargos. En síntesis le llaman cirugía a propugnar la formula contraproducente y perversa de “trabajo barato, despido barato y dinero caro”. Se comulga con la teoría de apretarse el cinturón, la peor oferta que puede hacerse cuando el problema está en una caída general que se auto acelera de la demanda global. Piden medidas cuando no ofrecen ninguna que tenga utilidad.
2.     Desde el gobierno: se resiste a aceptar el corte de gasto social y acierta, porque tal gasto crea a posteriori ingresos que desaparecen en contra del Estado si el gasto se recorta. Pero el mérito principal del gobierno está en su rebelión contra el BCE, haciendo propia la frase de Sarkozy, haciendo suya la frase de “que la independencia no ampara la irresponsabilidad”. Su alusión al tercer mundo prometiendo mantener la ayuda con independencia del coste en déficit publico que pudieran suponer estas medidas, encaja con la visión anterior y descubre lo que no se ve desde la oposición: que el gasto publico genera posteriores ingresos públicos en cuanto que la demanda así creada tributa por vía indirecta.
3.     Desde la CEOE se anuncia que todos los planes y medidas que no incluyan la mejora en cantidad y precio de la financiación están condenadas al fracaso. En su día, desde la misma organización se pidió la baja de los tipos de interés por parte del BCE.
4.     Desde la UE se vive en positivo las nuevas iniciativas de Sarkozy que reemprende sus críticas al BCE, que inició en agosto pasado con frases como esta: “la subida del interés da la puntilla a las empresas europeas (…) es urgente abrir debate sobre la política del BCE, sin debate no hay democracia y sin democracia no hay Europa. Desde el FMI se pidió en el mes de enero al BCE que bajara los tipos después del verano y lo que está haciendo es subirlos.
Todas las alusiones contrarias al BCE caen el vacío porque ni la clase política ni la clase mediática se atreven a pedir medidas que frenen las levas gigantes que el sistema financiero está recibiendo de la masa europea hipotecada.
Existe una trampa en el cálculo del IPC que se alía con la política encarecedora del BCE. La inflación se mide por el IPC, que recoge el precio de los bienes y servicios que determina el coste de la vida. El tipo de interés, el coste de los préstamos forma parte del coste de todos los productos y de calcularse correctamente el IPC la elevación del tipo de interés repercutiría automáticamente en dicho IPC, lo cual impediría utilizar dicha elevación como medio para contener la inflación.
Pero existe una trampa sutil para no incluir el tipo de interés en el IPC. Se considera que los gastos de hipoteca que se corresponden con el uso y consumo de un bien elemental no son consumo, sino inversión. Al vivir bajo techo no estamos usando un bien, sino invirtiendo. Este argumento falaz da cobertura a la práctica inmoral de luchar contra los encarecimientos de las cosas con el encarecimiento del dinero que es materia prima en la producción de las cosas.
El mal de fondo que encubre una lucha sorda, hasta ahora no denunciada, entre el sector financiero y el real estriba en el manejo de esta trampa junto con la negativa a distinguir la estanflación que padecemos de la inflación que no padecemos. El encarecimiento es a la inflación lo que el género a la especie. La inflación típica es la que nace de un exceso de demanda que no puede ser cubierto por el equipo productivo y se impone la contención de la demanda con la congelación de salarios y la elevación de los tipos de interés. Al no hacer tan importante distinción estamos aplicando a una enfermedad los remedios propios de la enfermedad contraria.
Solo hay una solución. La actualización y reformulación como venimos haciendo del mensaje Keynesiano, recordando como se salió de la crisis del 29 para que ésta no vuelva a repetirse: Las experiencia de Schacht en Alemania y el new deal de Roosevelt.
Nunca fue tan fácil la solución porque nunca estuvo tan localizado el origen del mal. Simplemente con obligar a Trichet a que reduzca al 2% el interés básico y preste al 2% al sistema financiero a medio plazo lo que se necesite para volver a la situación hipotecaria del 2003 se devuelve a la población con la reducción masiva de los recibos mensuales de las hipotecas la cantidad suficiente para reanimar la demanda y cortar el paro que se auto acelera. El remedio típico con el cual siempre se venció a la inflación, la subida general de salarios puede que no sea necesario en esta ocasión. El restablecimiento de la capacidad de compra a los millones de hipotecados redundará en beneficio de los no hipotecados y del propio sistema financiero, que nada gana con arruinar a sus deudores.
Bin Laden no necesita suicidas. Puede bastarle con la colaboración inadvertida e inconsciente que le ofrece Trichet en cuanto agente y titular del empobrecimiento masivo de la población europea. En realidad se necesitan el uno al otro. A las ansias de Trichet por elevar los tipos le sirven las subidas del crudo y estas últimas le dan pretexto a Trichet para elevar los tipos.
El daño que Trichet le está haciendo a la UE es mucho mayor que el retraso en aprobar la constitución. En artículos publicados en días precedentes se razonan y detallan con todo rigor tan graves afirmaciones.

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