Visión austriaca de las hipotecas prima

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Mi excursión doctrinal por la escuela austriaca trae causa en los artículos de Juan Ramón Rallo, Rodriguez Braun y Huerta de Soto, que en LIBERTAD DIGITAL del 14 de abril aplican la referida doctrina a la crisis de las hipotecas prime en EE UU. Movidos por su idea-fuerza y por la base de su inoperancia política de que el dinero para servir tiene que valer y para valer tiene que ser escaso y caro relatan del siguiente modo el origen EE UU de la crisis actual.
 
Un año entero con préstamos hipotecarios al 1% de interés y con precios en alza continua de las viviendas crearon el siguiente panorama: la baratura del dinero y la carestía creciente de los pisos animó a una multitud de compradores a hipotecarse especulativamente, esto es, no mirar el endeudamiento barato contando con que la revalorización continua del piso bastaba para asegurar el pago y para lucrarse con la venta de lo hipotecado.
 
Este esquema llevó a los bancos a quedarse sin dinero y a no poder recuperarlo cuando se cortó la espiral alcista en la vivienda. De modo y manera que la crisis surge cuando el resto de los sectores padecen las consecuencias del corte crediticio por parte de los bancos. Ante esta realidad, los austriacos dicen que el mal nace de la baratura anormal del dinero y que lo que procede es que los especuladores e hipotecados paguen en si mismos el precio de la operación. Añaden que el remedio en marcha en cuanto se trata de mantener y ampliar la masa monetaria accesible a los bancos mediante inyecciones procedentes del Sistema Federal no es remedio, sino razón para que el mal se perpetúe. Porque si la causa era dinero abundante y barato, al ser el remedio de la misma naturaleza se mantiene y aumenta el daño que se quiere evitar.
 
Pues bien, el racionamiento anterior no vale y lo que puede provocar crisis general y colosal es hacerle pagar a los especuladores el precio por su pecado. Y no vale el argumento porque no es posible separar a los pecadores de los inocentes; y los inocentes es la total economía y el total empleo que sigue a negar más dinero y a bajo precio, queriendo hacer una separación imposible. La situación ha creado un problema en la cual los especuladores han unido su suerte a los que no lo son. Y entonces cabe invocar una de las normas maestras para el buen gobierno: la aplicación de la teoría del mal menor en la cual siempre hay un bien: el hecho de ser menor. Hundirnos todos por castigar a los malos es un mal negocio político. Y salvarnos todos, que somos la mayoría es preferiblemente aunque para ello haya que salvar a los especuladores.
 
Los austriacos hispanos piden el castigo porque viven y se alimentan del concepto doctrinalmente perverso sobre el dinero y la política monetaria. Para ellos, inficionados por la idea que tienen del dinero, toda baja del tipo de interés es cosa mala, toda restricción monetaria es siempre cosa buena, porque le devuelve al dinero su valor sin darse cata que se anula su función. Solo ven que el dinero sirve para aumentar la demanda y no ven que sirve para aumentar la oferta. El tipo de interés durante siglos tenía la misión de atraer ahorro para invertir y su altura tenía que ser suficiente para atraer, pero no excesiva para no desanimar la inversión. Este esquema quedó roto para siempre y para bien del género humano cuando la política monetaria irrumpe convirtiendo el dinero/dato en dinero/variable política.
 
A partir de ese venturoso evento –fin del patrón oro-, el tipo de interés puede ser tan bajo como se quiera (en Japón al 0,5%). Para la humanidad como unidad y para los sectores públicos el dinero en cantidad y precio puede y debe ser el que convenga a la movilización de los recursos reales y solo cuando estos estén plenamente utilizados, el arma monetaria solo puede producir encarecimientos sin oferta adicional. La medida concreta de esa cantidad y ese precio no se puede calcular con precisión, pero si podemos averiguar en qué dirección nos hemos de mover. En la actualidad, baja de tipos y aumento de dinero es remedio único y eficaz, aunque algunos se beneficien sin merecerlo.
 
Cada día veo más claro que yo he acertado al proclamar y denunciar LA LUCHA DE CLASES EN EL SIGLO XXI. Espero impaciente pero desconfiado la respuesta de Rodriguez Braun y Huerta de Soto. De no obtenerla pediré a LIBERTAD DIGITAL que por el bien de todos reproduzca mis artículos austriacos en que aparecieron los contrarios.
 
La incomprensión de argumentos tan sencillos, no se explica solo por falta de inteligencia sino por servidumbre inmoral a la minoría que vive, no de ganar dinero produciendo y ofreciendo bienes y servicios, sino de tener y manejar el dinero que han ganado otros y han tenido que llevarlo al sistema financiero.

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