Para este viaje no hacían falta alforjas

El feudalismo es el nuevo progresismo

Dice Pedro Sánchez que el acuerdo con ERC sobre la cesión tributaria a Cataluña es cosa buena para la misma Cataluña, para España y para todos. No lo sabemos a ciencia cierta pero está muy claro que es bueno para él y sus banderizos

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Acabásemos. Se trata de volver al orden feudal: un rey que desde su castillo manda a todos y se entiende con sus pares a trancas y barrancas, cada cual con su afrenta y su queja, su traición preparada y su privilegio enmohecido aunque intacto conforme caen los siglos sobre la casa nobiliar; y unos señores dueños del feudo que reparten trigo y cortan cabezas en sus territorios, recaudan tributos, dictan decretos, administran justicia y rubrican cartas puebla. Ser conservador es el nuevo punk, dicen los chicos de El Centinela; un punkarrismo tan evidente como clamar por el estado de derecho, la igualdad ante la ley, la separación de poderes y la soberanía del pueblo sobre todo el territorio nacional. Nada, nada, la música ochentera está desfasada, lo que procede es el nuevo orden feudal: los derechos de la historia y de la tierra, la potestad regional para cobrar impuestos a los que caigan por su zona, trocear la soberanía para dar rima y bolsa a los margraves y llamar democracia al gran paso adelante que nos lleva cuatro siglos hacia atrás: tradición, ley, feudo y Dios en la de todos.

Dice Pedro Sánchez que el acuerdo con ERC sobre la cesión tributaria a Cataluña es cosa buena para la misma Cataluña, para España y para todos. No lo sabemos a ciencia cierta pero está muy claro que es bueno para él y sus banderizos: el poder no es nada y nada significa y para nada sirve si no es poder para saquear; como se decía antiguamente: para disponer de vidas y haciendas. Con todo lo que hasta el presente han ripiado los nacionalistas catalanes —desde el viejo asunto de la Banca Catalana asaltada por los Pujol, imaginen—, imaginen cómo será la prebenda en adelante: el gran rey en su castillo y los señoríos esquilmados con la voracidad frenética que conocemos. Tributar al Estado, para qué. Igualdad, para qué. Solidaridad, para qué. España, para qué. Para robar y perpetuarse en el feudo no hace falta una patria, con unas cortes plebeyas al aplauso y un tribunal constitucional sumidero, que todo lo trague, ya les vale. Imaginen la que se viene encima a las gentes de la gleba. Prepárense.

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