España no es que sea diferente, es peor. Ya lo dijo el que lo dijo: “que inventen ellos”. Lo nuestro es copiar lo que surge por ahí fuera pero copiarlo en plan chapuza, por lo grosero y lo crudo, sin matices añadidos y con los estereotipos mustios tirando a podres, de pena. Cuando Milei dijo por vez primera “zurdos de mierda” era rompedor, pero cuando lo repite Ortega Smith suena a In the ghetto versionado por El Príncipe Gitano. Claro que las salidas de Milei son retórica que no quita ni pone a la realidad cotidiana del pueblo sobreviviente. Otra cosa es reinventar un régimen cutre-bananero, tal como se ha empeñado nuestro presidente. Es la pesadilla orwelliana que infantiliza a la población, embrutece a sus seguidores y deshumaniza al adversario. Se puede ir más abajo y a peor, pero el canallita lo está poniendo difícil.
De Hugo Chávez, el “Haló presidente”, pero en vez de dar la chapa en TVE —de eso ya se encargan sus palmeros, con Intxaurrondo en vanguardia—, recurre a las santas epístolas, una carta tras otra, todas llenas de jeremiadas contra la derecha e inflamadas de amor a su Begoña. Del peronismo, el populismo y la función social redentora de la pareja patriótica. Evita era la madre de los pobres en Argentina —y en España—; Begoña es la amiga de los empresarios, que a fin de cuentas generan puestos de trabajo, oye: cada cual lucha contra la miseria como puede y Dios le da a entender, sobre todo si te vas forrando por el camino. Y el remate: del kirchnerismo, el bergoñismo, que es la proclamación del derecho a trastear con influencias políticas y utilizar el Estado para ponerse ricos y ricas, algo que la izquierda sabe hacer perfectamente, y bien se aplica. En fin, en tiempos de Franco la gente iba a la plaza de Oriente a gritar ¡Franco, Franco! Ahora los bergoñistas van a los mítines del partido a gritar ¡Begoña, Begoña! Se inventa, ya se dijo: pero mal.
No desesperen, asuman la gran verdad: mientras haya rebaño habrá pastores; mientras haya de donde abrevar habrá quien arrime los morros. Sólo nos queda un consuelo: pueden saquear lo que quieran pero no pueden gobernar porque sus socios de investidura no les dejan. Si gobernasen… Bueno, si gobernasen esto no sería Venezuela como temen y agitan desde la oposición; si gobernasen esto sería la peña de Martos, que era de azúcar hasta que llegaron ellos, chupa que chupa.