Mañana sábado hay jornada de reflexión y el domingo elecciones en la burbuja catalana. Como viene resultando habitual desde hace un par de décadas la participación rondará el 55-60%, es decir, que entre el 40 y el 45 por ciento del censo se quedará en casa, ajeno por completo a esta “fiesta de la democracia” que de tantas veces repetida se va convirtiendo en resaca modorra, aburrida por lo previsible y marginal respecto a los intereses generales y reales de la ciudadanía. Aquí, en el oasis nacionalista, lo que importa es el pan de cada día, el Barça y que los números rojos aparezcan lo menos posible en el extracto bancario. Lo demás no es que se deteste o no se tenga en cuenta, es que de tan repetido y tan sabido no se le da importancia.
Entendámonos: el equilibrio ecoambiental en la política catalana impone algunas reglas básicas, y la primera de ellas es la especialización de los partidos en torno a matices redundantes: republicanos separatistas y derecha separatista, derecha constitucionalista y derecha más constitucionalista todavía, izquierda antisistema e izquierda antisistema separatista, y a última hora parece que se sube al carro de la discordia la derecha separatista, ligeramente xenófoba y abiertamente antiislamista; en suma, un batiburrillo de siglas que unidas a las de los partidos menores, los que suelen quedarse sin representación, dará muchísimo trabajo a los interventores, apoderados, presidentes y vocales de las mesas electorales. Todo conforme al guión. Y al día siguiente el personal continuará con sus vidas, los mayores al tajo o a la oficina de empleo, los niños a la escuela, los viejos al asilo y los finados al tanatorio. Todo igual. La Cataluña política y los políticos catalanes siempre han tenido la virtud, más bien la habilidad, de ponderarse y exhibirse como cosas muy importantes, de las trascendentales en la vida; pero la realidad lleva otros caminos, unas sendas en las que nunca se encontrarán huellas de los políticos por la sencilla razón de que esa gente nunca transita por esas sendas. El gran misterio es al mismo tiempo la gran verdad que nunca quisieran oír los representantes del pueblo: a la mayoría de ese pueblo —catalán—, les trae al fresco las elecciones del 12 de mayo. Al mismísimo fresco. Lo que de verdad importa aquí es saber si Lewandowski va a renovar el año que viene, cuándo se va a inaugurar el remozado Nou Camp y si el alemán con trencitas Sané va a fichar por el equipo nacional. Lo demás son asuntos para turistas, para separatistas hiperventilados y para españolistas a macha martillo. Lo demás es política y en estos rincones del mapa, desde hace mucho, la política es para los que no tienen cosas importantes a las que dedicarse y por las que preocuparse. Ya lo dijo Josep Pla en su Historia de la Segunda República Española (1940): “Cataluña siempre ha sido un país muy democrático y por eso a los catalanes siempre les ha interesado muy poco la política”.