Lo de buscar un enemigo exterior para afianzarse en el liderazgo del rebaño es más viejo que el código de Hammurabi, literalmente. Y bueno, si a los babilonios les funcionaba, por qué no iba a servir para Napoleonchu la misma ventaja. Arre con ello, debió de alentarse antes de zalear a sus canes de presa contra Milei en vísperas de la visita del mandatario argentino a España. Sabedor de que el Peluca propende a la incontinencia verbal, la jugada estaba cantada. No entraba en los planes del gran timonel, sin embargo, que las castañas sin pelar fuesen para su señora, a quien los argentinos, en el colmo de la infamia, han motejado históricamente como “Vergoña”. A pesar de todo, la línea está más que cruzada, las vestiduras rasgadas y los cabellos mesados. En esta materia nuestro presidente es único, su habilidad de tapar un escándalo con otro, un titular con otro y una metida de pata con otra más gorda es desbordante y además tiene un efecto inmediato, muy útil a sus intereses: conglomerar a los adeptos y fidelizarlos hasta el paroxismo.
El peligro de la extrema derecha tapó al tito Berni, la máquina del fango puso coto al caso Koldo, el retiro espiritual y la carta de amor se interpusieron a los escándalos begoñiles, Milei cubre el descubierto de la investigación judicial sobre la señorísima y al final, mira por dónde, Israel ocupa primera plaza en el podio de enemigos de España, todo porque al enamorado jerarca le ha entrado el capricho de premiar con un Estado inexistente pero simbólicamente importante a los asesinos de Hamás. Nuestro presi, buscándose enemigos, es único; y lo mejor de todo: al igual que el Duce —me refiero a Mussolini— los enemigos le hacen más fuerte entre los suyos. Cuantos más enemigos, mejor. Como decía el calvo de Predappio: “Molti nemicci molto honore”. Y ya está: fácil, barato y para toda la familia.
A todo esto, ¿qué se hizo de Begoña? Porque, claro, entre conflictos diplomáticos con el gran coloso del sur austral, berrea de insultos con PP y Vox, reacciones israelíes ante la jugada palestina —la reedición de algunos vídeos sobre las matanzas de Hamas es escalofriante—, y otros homéricos desastres de la vida diaria, nuestra consorte presidencial anda algo desdibujada; ni siquiera el anuncio de su imputación por el juzgado que investiga sus trapicheos ha conseguido sacarla de la grisura informativa en los últimos días. Lo que está necesitando la dama, sin duda, es otra carta de amor, como las del ramito de violetas. ¿Quién la escribirá a estas alturas y, sobre todo, quién pondrá el remite? Porque Pedro no parece muy por la faena de momento y encima los ghostwriters de la Moncloa andan demasiado ocupados con la trama de zascas antifascistas en X. El tiempo del amor se desvanece, llega el imperio estomacal, como siempre. Fue bonito mientras duró, o sea: lo que duran dos promesas de Pedro antes de Puigdemont.