En francés apocopan la palabra "colaboracionista", y la verdad es que queda mucho más chula y salerosa. “Les collabos”, dicen, y parece un trallazo, un insulto con el que referirse (horror absoluto) a quienes colaboraron o se pegaron la vida padre (Picasso, por ejemplo) durante la Ocupación de Francia por parte del Mal Absoluto.
Nosotros no tenemos el término apocopado; pero la cosa, sí. Vaya si la tenemos, vaya si hay colabos entre nosotros. Sin ellos, sin los colaboracionistas, sin esa gente —tanto los del Partido como los de los medios— sería incomprensible tanto el mantenimiento del Régimen durante cincuenta años como el olor apestoso que emana de su cadáver (ojo, que nadie se haga ilusiones: el que esté convirtiéndose en un cadáver no significa que ya esté muerto; la putrefacción medio en vida puede durar años).
En el fondo son infinitamente más dañinos, por insidiosos y engañosos, los colaboracionistas que los “operacionistas”, llamemos así a los encargados de operar la acción. Estos últimos —terroristas y filoetarras, secesionistas varios, comunistas y perroflautas de todo ese mundillo a cuyo frente se halla el Partido denominado “Socialista”, apodado “Obrero” y tildado de “Español”— son quienes se encargan de dar con sus propias manos muerte a la nación española. O de intentarlo. Amén de mil otras perrerías.
Los otros —los colaboracionistas— son quienes colaboran en tan ejemplar labor, propiciándola o mirando a otro lado, tolerándola y dejando hacer. Son quienes, haciendo como que se colocan al lado del Bien, les facilitan la vida a los hacedores del Mal. Son quienes nunca les han impedido ni desmontado una sola de sus iniquidades cada vez que ellos, los colaboracionistas, han tenido en sus manos las riendas del poder.
Y encima sonríen. Y protestan. Y se manifiestan
Hay que ver cómo sonreía este domingo, al lado del gallego, el tío ése del bigotillo, sí, el que se cargó en Cataluña al líder antiseparatista al que otros (los cuales nada tienen que ver) intentaron cargarse físicamente el otro día. Sonreían, bravuconeaban y hasta proferían gritos (moderados) nuestros colaboracionistas, este domingo en que fueron a protestar contra todo lo que ellos mismos han montado o tolerado. Quitándose la corbata, dejándose en casa el foulard de Hermès, y mezclándose con la chusma, se lanzaron a la calle, seguros de que los gases lacrimógenos de los maderos no caerían sobre ellos.
Lo hicieron tomando, sin embargo, algunas precauciones para cubrirse ante tanta osadía, no fuera alguien a imaginarse que... Tomaron precauciones como no juntarse con los apestados de Vox, como enarbolar enseñas LGTBIQ+, ondear banderas de la Unión denominada “Europea” (aunque se olvidaron, y eso fue un fallo, de la bandera de la OTAN), al tiempo que ponían un disc jockey para que tocara música discotequera y le diera un tonillo juvenil, cívico y alegre a la fiesta de los libres e iguales.
Mientras lo hacían, iban llenándose la boca con las rimbombantes y hueras palabras de siempre, con el dichoso sonsonete que los otros —los “operacionistas de la acción”— repiten exactamente igual: Libertad y Democracia, Democracia y Libertad, Progreso y Bienestar, Bienestar y Progreso, Igualdad y Abundancia, España diversa y plural, Plural e igual. ¡Dios! ¡Cincuenta años oyendo semejante cantinela, semejantes embustes! No hay pueblo que lo resista.
Pero como no hay mal que cien años dure ni que por bien no venga, decía el Caudillo y dice el saber popular, tal parece como si los actuales males nos estuvieran empezando a traer el bien de un cierto despertar. El despertar del pueblo que, comenzando a darse cuenta de la cantinela y de sus engaños, se dice: “¡Qué democracia ni qué ocho cuartos!”. Si esa gente son unos trileros que van con el cubilete en la mano de unas elecciones en las que nadie votó amnistiar a nadie, y poniendo bajo el cubilete los siete votos del prófugo, y el de la tía ésa de Coalición Canaria, y los del resto de etarras y separatas, los van mezclando y mezclando, quitando y metiendo mientras dan vueltas al cubilete... ¡Ay, que no me salen las cuentas!, dicen. ¡Ay, que no habrá gobierno!, palidecen. Pero el trilero sigue moviendo el cubilete, van entrando y saliendo bolitas, una por aquí, otra por ahí, ¡hip, hop! Pero no, no hay forma. ¡Ay caballero, caballero! Entienda ustet, la pela es la pela, y si quiere que haga otra prueba tendrá que subir la puja. ¡15.000 millones! Por menos, nada. ¡Y además la tierra, el aire y la lengua de como un cuarto de España! ¡Pues sí, venga, buen hombre, trato hecho! Todo sea por un gobierno de progreso. Todo sea para que no gobiernen la derecha y la ultraderecha.
Democracia lo llaman. Y tú lo sabes.