Nos la han metido doblada

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Doblada y por partida doble nos la ha metido Uropa (que no Europa, nuestra patria grande). Jugando con argucias  y triquiñuelas jurídicas en cuyo somnolente tedio no voy a entrar, lo que la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea dictaminó este jueves es muy claro. En lenguaje llano lo ha expresado el prófugo de Waterloo: el Estado español tiene secuestrado a Oriol Junqueras (y a mí, escolti, igual em passaria si tuviera las narices de presentarme en Madrit..., i a lo mejor lo voy a hacer, ara que soy diputat de la UE).

Y esto, el que mediante argucias jurídicas un tribunal exterior pretenda enmendar la plana al Tribunal Supremo de España y conceder inmunidad parlamentaria a un reo y a un prófugo de un delito de golpe de Estado, esto es una bofetada que nos acaba de dar a todos los españoles la Uropa de los mercachifles, plutócratas y burrócratas (la doble erre no es errata) de Bruselas.

Parecía hasta ahora que, temerosos por lo del remojo de las barbas del vecino, la postura de Bruselas ante el cáncer catalán consistía en apoyar la unidad de España. Pues no, parece que esto se ha acabado y lo que ahora se impone es la lógica de los globalizadores y mundialistas que sueñan con disolver las viejas naciones de Europa (y del mundo), esos altos baluartes de raigambre, identidad y cultura, en aras de la “gobernanza” mundial.

¿Se acabó el apoyo de la UE al mantenimiento de España? Pues si se acabó, otras cosas, oigan, también se van a acabar por parte de esos benditos españoles que, hasta ahora, eran tan imbéciles como para ser los europeos que más apoyo daban al engendro de Bruselas (“le machin de Bruxelles”, que decía el general De Gaulle).

“No hay mal que por bien no venga”, dicen que decía el desenterrado de Cuelgamuros: bien podríamos estar ante una magnífica ocasión de ver cómo el proverbio se verifica de nuevo.

“No hay mal que por bien no venga”, dicen que decía el desenterrado de Cuelgamuros.

Arden, en efecto, las redes sociales y, por primera vez desde que España entró en la UE (no en Europa, que ahí estamos desde que Europa empezó a andar hace más de dos mil años), la consigna “salir de la UE” ha barrido hoy la vieja piel de toro. Salir de la UE, impugnarla al menos, como hacen los Salvini, los Le Pen, los Orban...: no sólo por la actitud de la UE ante el cáncer separatista, sino por mil otras razones nunca hasta ahora evocadas entre nosotros. Ni siquiera por VOX, que sólo lo ha hecho, y uno lo entiende, con la boca chica.

“SPEXIT. Spain exit EU”

“SPEXIT. Spain exit EU”, dice la imagen que ilustra este artículo, la misma que en la tarde de hoy se ha convertido en trending topic en los mensajes lanzados a través de Twitter.

Frente a esa espontánea indignación popular (siempre es así, espontánea, la gran indignación popular: lo fue también aquel mes de mayo de 1808), frente a ello, el Sistema, el Régimen, en fin, lejos de bullir de indignación ante la afrenta que también han infligido a su Estado, calla (o la critica con comedidas palabras) y otorga. Nada más lógico por parte de nuestros dirigentes y de nuestros medios: tanto ellos como los gerifaltes de Bruselas forman parte de lo mismo.

Quedan lo otros, los separatistas, que se regodean ante el regalo que les acaban de hacer: la primera victoria que obtienen en el plano internacional. Victoria pírrica, sin embargo. Es de suponer (aunque tampoco es seguro) que el doctor Sánchez no se atreverá a ordenar a la abogacía del Estado que solicite del Tribunal Supremo la puesta en libertad del golpista Junqueras. Y si no lo hace —le acaba de chantajear Esquerra—, no habrá investidura. Habrá nuevas elecciones.

Lo cual sería lo mejor que podría pasar. La situación y la tensión se hacen cada vez más insostenibles: afrenta de la UE, insolencia separatista, ideología de género, persecución contra los varones (la infamia judicial contra los jugadores del Arandina va más allá de todo lo imaginable). En semejante contexto, unas nuevas elecciones, como decía hoy un artículo de El Mundo, harían que, de los actuales 52 diputados, pasáramos a 100. O más, añado yo. Hasta alcanzar la mayoría absoluta: no hay otra solución. O esto, o...

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