El gobernante de todo tiempo y lugar debe acertar, para la valoración y manejo de la cosa pública, con el empleo de la teoría del mal menor. En la cual siempre hay un bien: el hecho de ser menor. La burbuja inmobiliaria está creando problemas a los últimos compradores, pero está poniendo fin a una situación nefanda, que era el encarecimiento incesante y costoso del derecho constitucional a tener una vivienda segura.
La clase política en las dos bandas, los economistas de la una y de la otra, continúan eludiendo el fenómeno del encarecimiento continuo de las hipotecas por obra de ese poderoso ignorante que se llama Trichet y que sigue refugiándose en las perspectivas inflacionistas para negarse a reducir una parte del coste de todos los artículos, cual es el coste financiero de su producción. Nada le dice el mundo anglosajón, que sigue criterios opuestos, ni el sapientísimo Japón, con el 0,5% de interés básico. Sigue negándose a la rebaja y propiciando de manera indirecta el aumento del euribor con la carestía de sus préstamos semanales al sistema bancario.
Por fin, desde la CEOE su presidente, García Ferrán acaba de pedir, nombrando a Trichet, la rebaja de los tipos alegando como no lo ha hecho ningún economista, a que la rebaja del coste financiero no puede ser causa de que aumenten los precios. Me cuido muy mucho de tener al referido presidente al tanto de todos mis informes y reflexiones.
Lo nuevo e indignante es que el sistema financiero anuncia que si los pisos bajan por encima del 20% habrá que revisar las garantías de sus préstamos en forma de más bienes incorporados o más cuotas. No lo hizo cuando la situación era la contraria, esto es, que al aumento del valor de las garantías debería corresponder una disminución de las cuotas de amortización. En medio del silencio de políticos y economistas se ha lucrado con las levas gigantes y en frío creadas por la subida de los tipos, ora del básico, ora del Euribor. Y ello en cantidades que a nivel de julio del 2007 suponía 1000 € al año de más sin dar un euro más ni un día más de plazo, consiguiendo con ello reducir la capacidad de compra de cerca de 15 millones de hipotecados en una cifra anual de cerca de 150.000 millones de €, que la SER estimó en 220.000.
El primer impacto fue disminuir la demanda de viviendas por temor a ese proceso ante el que nadie levantaba la voz. Y tras la crisis inmobiliaria se produce por contagio la crisis general y ante ella los comentaristas sólo se ocupan de competir entre ellos para ver quién ve más negra la situación.
De análisis y sugerencias, nada de nada y nada de nadie. Rajoy, pasando de puntillas sobre este tema acaba de hacerse eco y reflejo de la ignorancia de sus asesores afirmando que el déficit comercial de España es el mayor del mundo. Todavía no se ha enterado que esas diferencias entre compras y venta tenían importancia cuando existían las divisas y en España funcionaba como organismo todo poderoso el Instituto Español de Moneda Extranjera. Y entonces convenía igualar exportaciones e importaciones para poder pagar las importaciones con lo cobrado en divisas por las exportaciones. Hoy España no necesita divisas porque la moneda que usa es divisa y una de las dos más importantes del mundo. Ni frente al resto de la UE ni frente al resto del mundo España tiene problemas ni necesidad de igualar compras y ventas.
El argumento de la competitividad es vano, pues esta cualidad no consiste en vender lejos, sino en vender bien y puede ocurrir que nuestras empresas sean tan competitivas que dejen de exportar porque se compra su producción a pie de fábrica.
Algo positivo en el horizonte: Zapatero nombra ministro a Miguel Sebastián, el que se oponía y frenaba a Solbes desde la oficina económica del Presidente. Recibía puntualmente mis documentos e ideas.