La ausencia de razonamientos sencillos, lógicos, comprensibles, a la hora de valorar una situación económica lleva a los que deberían hacer uso de ese arsenal didáctico a acudir y a refugiarse en los cálculos macro y mantener debates sobre decimas de los PIBs. Algo parecido ocurre con la inflación de la eurozona. Si es débil el significado de un IPC el promedio de 27 IPCS todavía se aleja más del mundo real. No predicamos la inutilidad total, sino el intento de magnificar ese mundo para encubrir el de la realidad.
Hayek, refiriéndose a este mundo de cuantificación artificiosa dice en INFORMACIÓN COMERCIAL ESPAÑOLA, del 2-11-78 “aunque a primera vista parezca más científico, esta pseudos-significación se consigue haciendo caso omiso de las interrelaciones que realmente rigen la vida económica. Las significaciones artificiales tienden a ocultar casi todo lo que es realmente importante”.
En todo cuadro podemos leer de las maneras siguientes: “si el consumo privado aumenta en X, el público en Y, la formación de capital en Z, el PIB aumentará en M”. Pero podemos leerlo al revés: “Si el PIB aumenta en M, el consumo privado lo hará en X y el público lo hará en Y…”. Podemos entresacar dos; hay más. Definirlos arbitrariamente como causas y los demás declararlos, simplemente porque nos parece bien, de efectos o variables dependientes.
En resumen, si cada uno de los renglones tiene la posibilidad de ser medido de infinitas maneras siendo único, o de presentarse de una sola e igual manera, teniendo infinitas posibilidades de concretarse de modo físico y real; si a cada una de estas infinitas hipótesis corresponde una manera distinta de influir en cada una de las otras magnitudes, y si para colmo caber hacer infinitas hipótesis sobre el modo de su evolución y de suponer causas y efectos, el cuadro macroeconómico es una mentira técnica. Es útil políticamente para impresionar o para engañar. Cualquier error, desatino o concesión a grupos de presión, corrupción incluida, puede prosperar si se presenta y apoya dentro de un cuadro económico o de un IPC.
El economista sujeto como todo estudioso a la tentación del mínimo esfuerzo, tiende a relacionar los fenómenos que contempla como si se tratase de relaciones lineales, en las cuales hay principio y fin, causa y efecto diferenciados. La mayoría de las relaciones económicas son circulares. Y en un círculo, cualquier punto es comienzo y fin. La misma ley del mínimo esfuerzo, me lleva a la generalización impropia, a buscar el fin del trabajo cuanto antes sobre todo si el final lo puedo ligar a un descubrimiento propio. Son generalizaciones históricamente devastadoras las que siguen y ya aludidas en mi obra:
“el trabajo es una cosa más” (Marx
), “el dinero es una cosa más” (Escuela Austriaca),
“el tipo de cambio es un precio más”, y por encima de todas
“el Estado es un grupo más”. Estos errores de método y análisis han causado a la humanidad millones de dramas.