Al tiempo que la clase política se centra y concentra en el reparto de los nuevos puestos de poder, las hipotecas reanudan su alza sin que se levante voz alguna contra su causa. Se presenta la subida del Euribor como si fuera algo ajeno y superior a la voluntad humana, al tiempo que los economistas de uno y otro bando callan porque su impreparacion teórica no les permite reaccionar y por el temor reverencial a incomodar al sistema financiero cuando el 90% de los hipotecados cayó en la sutil trampa del tipo variable. Trichet afirma en cada una de sus últimas apariciones mensuales que no va a rebajar los tipos de interés. Lo que ya de por sí indica que vive y se resiste a la presión para que los baje.
Su argumento obsesivo y enfermizo es que su obligación básica es contener la inflación, y a más de hacerlo por procedimientos contraproducentes, lo hace saltándose el siguiente razonamiento elemental. Cuando se le pide que estabilice los precios, naturalmente se refiere a un promedio calculado con más o menos acierto. Y en un promedio, cuando sube uno de los componentes se impone la rebaja de otro u otros para mantener dicho promedio. Si sube la componente energética del coste, el buen sentido manda reducir el coste de otros componentes para mantener el promedio, de lo que se infiere que, no pudiendo contenerse desde el BCE la subida del petróleo y dependiendo al 100% la otra parte del coste, que es la financiación, la lucha natural para cumplir con el mandato debiera ser reducir y no aumentar ni mantener el coste financiero que está al 100% en sus manos. No lo hace porque, con alevosía doctrinal, en el IPC promediado se introducen todos los costes de todos los bienes y servicios que entran en la producción. Pero el coste del dinero se separa del conjunto promediado con la intención política y doctrinalmente perversa de que no se note que la subida del tipo de interés repercute de modo directo e inmediato en la subida del IPC.
La subida del Euribor está al 100% en la responsabilidad de Trichet por lo que sigue: ese interés interbancario refleja la falta de liquidez y sobra de desconfianza que rige en las relaciones entre los bancos privados. Desde el BCE se tiene a mano con legitimidad perpetua y posibilidad física total la manera de rebajar esos tipos de interés. Trichet lo hace de la peor manera posible: prestando al 5% a siete días y en subasta. No pone límite a la cantidad, puede ofertar cuanto quiera y al precio que quiera. Pero en las condiciones en las que lo hace, el Euribor se mantiene y crece.
No en subasta, sino en préstamos directos al 1 o al 2% y no a una semana, sino a un año como mínimo, se tiene de modo inmediato y gratuito la caída drástica del Euribor y el relanzamiento general de la economía, al tiempo que a los millones de hipotecados a tipo variable se les devuelve la capacidad de compra arteramente sustraída.
La crisis general ha tenido su origen en la componente inmobiliaria y ésta, a su vez, en el frenazo a las compras provocado por los encarecimientos hipotecarios, frente a los cuales ningún político dice ni una sola palabra fuera del tópico y lugar común de la “falta de reformas adecuadas”.
El excelente informe sobre la crisis financiera internacional publicado por el profesor Abadía solo tiene un punto débil: al Euribor le dedica sólo dos líneas. Ilumina el aspecto contable, que es secundario frente a la componente macro y política.