Más memoria histórica: el nombre de Dios en una cárcel de Stalin

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La memoria histórica está tomando derroteros con los que no contaban quienes inventaron el concepto pensando en una sola dirección. Al dar noticia del libro de José Luis de Funes Memorias de un miliciano hice una alusión tangencial a los procesos de Moscú en tiempos de Stalin. Dos obras maestras se han hecho eco de aquella historia sangrienta, El cero y el infinito de Arthur Koestler y Yo escogí la libertad de Víctor Kravchenco, a los que podría añadirse a cierta distancia Yo, ministro de Stalin en España, de Jesús Hernández.
 
Kravchenco fue enviado a España por Stalin como representante suyo ante el gobierno de la República, pero no volvió a Rusia, donde sabía que le esperaba el proceso y la muerte y desde EE UU escribió su inolvidable relato. Los procesos de Moscú se hicieron contra revolucionarios famosos, compañeros de Stalin –Kirov, Kamenev, Bujarin…- a los cuales el sátrapa les prometía el indulto si confesaban, pero al confesar encontraba razón para fusilarlos. La segunda fase consistía en eliminar físicamente al jefe de la KGB que dirigió la operación, con lo cual se libraba de un testigo molesto y daba a entender que castigaba al responsable. El primero al que aplicó dicha táctica y primer responsable de la represión masiva, se llamaba Genrich Pagoda, el cual, estando en la cárcel de donde salió para morir, fue visitado por su sucesor Yezhov y al despedirse Yagoda pronunció la palabra “Dios”.
 
Sorprendido su visitante, se vuelve atrás y le pregunta: “¿Pero, tu crees en Dios?”. La respuesta de Yagoda merece pasar a la Historia: “De Stalin merezco el mayor de los premios; de Dios, el mayor de los castigos. Mira en qué situación me encuentro y dime si Dios existe o no”.
 
En las memorias históricas hay un sector víctima del que nadie se acuerda. La suerte que corrieron los militares que no se sublevaron. Porque la primera víctima del 18 de julio no fue la República, sino el ejército en sus cuadros superiores. Daremos detalles.

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