El fracaso escolar

Compartir en:

En materia de educación el franquismo tuvo un aliado no ligado a los ideales políticos del mismo. Fue la obra de Pedro Sainz Rodriguez, el ministro de educación en el primer gobierno de Franco y al que después le asignará la Historia el mérito de haber sorteado con habilidad para restaurar la monarquía. El citado ministro, con su plan de Segunda Enseñanza de 1938 dotó a las generaciones que siguieron hasta la transición de una cultura humanística que ha desaparecido con las reformas posteriores.
La cultura y la preparación para la vida no se adquieren en la universidad, sino en el bachillerato. En la universidad se aprenden técnicas especializadas en materias concretas. Pero el saber general y básico del que también depende la correcta utilización de las enseñanzas universitarias depende de los seis y siete años en que se estudian las bases de todas las materias y en particular filosofía, historia, literatura. En esa fase el joven entra en contacto con las mejores mentes que ha producido el genero humano y aprende a utilizar correctamente el mensaje. El plan Saiz Rodríguez sucumbió en el entorno de la transición y el problema que vivimos hoy es que por obra de la biología ha accedido a las cátedras de universidad e institutos la primera generación que no tuvo segunda enseñanza.
La filosofía nos enseña a llegar al fondo de las cosas y a relacionar las unas con las otras. El que ha estudiado un bachillerato vacío de humanidades no puede ilustrar a las mentes sino decepcionarlas y aburrirlas. Por ejemplo, se dice que en matemáticas, nuestros jóvenes están muy atrasados, son los profesores los atrasados, porque torturan enseñando a derivar sin decirles por qué y para qué nacieron las derivadas. No se les dice que cuando una cosa depende de otra y la dependencia y la dependencia puede expresarse en forma algebraica, aparece la función que expresa esa dependencia. La derivada la inventó Leibnitz para medir la intensidad de esa dependencia.
La función mide la dependencia, la derivada de esa función mide la intensidad de esa dependencia. Esto no se explica, se les tortura enseñando a derivar y como el alumno no ve el por qué y para qué, ve que su esfuerzo no tiene finalidad. Es un ejemplo entre mil. Una alumna mía, al oir esta explicación, me dijo “Me ha llegado al alma”. El profesorado actual vivió un bachillerato lleno de lagunas. No es el único factor del fenómeno que comentamos, pero si es uno que nunca se cita.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar