El pasado 22 de noviembre y organizada por la Fundación RAFAEL DEL PINO J. Donges, Catedrático alemán, director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Colonia, nos obsequió con una conferencia en la que nos dio el siguiente diagnostico: el responsable histórico de la crisis ha sido Greenspan por haber empezado en EE UU la política de dinero barato.
Esa baratura llegó a las gentes a endeudarse más allá de sus posibilidades y en particular a hipotecarse sin pensar en la insolvencia en la que iban a vivir cuando los tipos dejaran de bajar o subiesen.
Según Donges, el problema global, incluida la UE, consiste en una abundancia excesiva de liquidez que induce a operaciones de riesgo, que abarcan y alcanzan al sistema financiero cuando la baratura se contiene. Dio por buenas las inyecciones de liquidez realizadas por el BCE (el Banco Central Europeo) y la FED (la Reserva Federal americana) para contener el desplome de los bancos, pero añadió que, al ser la abundancia de liquidez la causa del problema, el remedio lo perpetuaba.
Donges habló con elocuencia y concisión tan claras como alejadas de la tesis que desde hace decenios mantengo, en recuerdo y apoyo de los planteamientos keynesianos cuya vigencia, hasta la crisis energética del 73, salvó al capitalismo de su crisis final y obsequió al mundo con pleno empleo, sociedad de consumo y Estado de Bienestar. La repetición de esta tesis la crea la simultánea repetición de la tesis contraria.
En el coloquio desafíe la tesis de Donges con esta sentencia apoyada en la lógica y en la experiencia: la financiación previa, abundante y barata, como condición necesaria y en general suficiente para la abundancia y baratura de las cosas. En efecto, la cantidad y precio del producto depende de la cantidad y precio de los medios de producción. El dinero es el más universal de esos medios y el único que está al 100% presente en todos los procesos y al 100% en unas solas manos: las del poder público.
La cultura de la restricción monetaria impuesta masiva e incompresiblemente es enemiga de esa abundancia, y la creencia de que el encarecimiento de un medio abarata el producto fabricado con él es un acto de temeridad doctrinal y un desafío a la lógica que se sostiene por lo mucho que pesan los intereses financieros ligados a la carestía del dinero, que siempre son las instituciones prestamistas.
Refiriéndose a Trichet, lo criticó por contradecirse al declararse dispuesto a combatir la inflación y, sin embargo, no subir los tipos de interés por encima de lo ya hecho, con lo cual Donges está pidiendo más subidas para la eurozona. En medio de un selecto auditorio, le hice ver que se acerca a los 100.000 millones de euros la capacidad de compra sustraída a la población europea hipotecada como consecuencia de las ocho últimas subidas.
La cuantía de la liquidez internacional que Donges tiene por excesiva resulta anormalmente disminuida no sólo por el temor reverencial a las políticas expansivas, sino por otra razón que debió sorprender a mi interlocutor y conferenciante. La libertad de movimiento de capitales, al determinar la volatilidad de los tipos de cambio está produciendo dos efectos nefastos, uno de los cuales priva de razón al alegato básico de nuestro amigo. Esa libertad ha creado un mercado que nunca existió, una bolsa gigante distinta de las de siempre: el dinero, nacido para ir tras las cosas, para comprarlas o para producirlas, va tras de sí mismo y eso sustrae a la financiación de las mercancías una parte importantísima reduciendo drásticamente la cantidad de dinero que su producción y comercio necesitan.
Otro efecto es desnaturalizar la libertad de movimientos de mercancías, por cuanto ya no son la demanda y la oferta de las mismas las fuerzas que determinan el precio. Hay un tercer elemento que se interfiere, que es el tipo de cambio de las dos monedas. Y así, el precio del petróleo puede moverse, no porque varíe la demanda y la oferta, sino porque varía la relación euro-dólar.
Esperé al fin de la conferencia con el deseo de continuar mi contacto con Donges, no tuve ocasión de hacerlo y no fue por mi culpa.