El catorce marzo de 1998 en la tercera ABC Fernando Fernán Gómez, publicó un artículo con el título Hace siglo y medio”. En contraste con el silencio de la izquierda convencional, el fallecido autor hace un impresionante elogio de aquél documento histórico.
Schumpeter, otro economista filósofo, alejado del marxismo convencional, decía lo siguiente sobre la obra central de Marx “La mayoría de las creaciones del intelecto perecen en el tiempo que va de una sobremesa a una generación. Con algunas no ocurre así y en su ir y hay un indicio de su grandeza. EL CAPITAL semi desmantelado por mil afortunados ataques aún levanta entre nosotros su imponente silueta” (“Capitalismo, Socialismo y Democracia”).
Volviendo a Fernan-Gomez, leemos y glosamos las siguiente alusiones al famosísimo manifiesto: “me sorprendió que aquél texto político fuera tan claro, tan preciso tan comprensible para un muchacho como yo (…).Ese texto prodigioso, que sigue siendo señal de una nueva era, está escrito con voluntad de ser entendido por la gente común, por la gente de cualquier clase, nobles, intelectuales, militares, curas, obreros, mendigos, las criadas, los rateros (…)¡Que claridad diamantina! ¡Que luz de amanecer!”
Conservo el artículo porque por aquel entonces acababa de publicar mi Lucha de clases en el siglo XXI (Visión política de las crisis políticas de nuestro tiempo)(Edit. ESIC, 1997. En esa obra hago una síntesis actualizada de las tres grandes corrientes doctrinales de nuestra era: las de Adam Smith, Marx y Keynes. Esa síntesis me la inspiró la siguiente frase de Schumpeter en su obra antes citada: “La síntesis, esto es, la coordinación de resultados a los que se llega por vías de acceso diferentes es cosa que pocos son capaces de realizar, en consecuencia, apenas se hace, y de los estudiantes a los que solo enseñamos a ver árboles aislados, surge una decepción y un clamor por ver el bosque”.
Esta obra mía no fue del gusto de la derecha por lo que tiene de resurrección del marxismo científico, ni de la izquierda por lo que tiene de defensa del empresario apoyándome en lo mejor de Adam Smith.
Si Adam Smith vio lo bueno del mercado y Marx lo peor del mercado, Keynes vio el remedio y medicina para los males y con su obra apoyada en el nuevo dinero, demostró lo innecesario de la componente drástica y casi cruenta del marxismo. La política monetaria, al permitir el pleno empleo hacía innecesaria la revolución social marxista, pues en tal situación, el obrero estaba en condiciones de exigir y liberarse de la opresión denunciada por Marx.
En mi obra inserto el dinero moderno como un medio de producción, siempre lo fue, pero el hecho se convierte en factor político cuando la moneda deja de ser una cosa valiosa y un dato para el gobernante y se convierte en un mero nombre incorporado a un documento que se fabrica por decreto. Para el político, la masa monetaria se convertía en una variable política. La teoría económica y la teoría del Estado quedaban revolucionadas para siempre con el abandono para siempre de los patrones metálicos.
Mi encuentro doctrinal con Marx tiene este origen: su ley básica es que la evolución de los medios de producción es el motor principal de la Historia y esa evolución, a partir de cierto nivel técnico y en régimen de propiedad privada clasifica a la población en dos grupos: los pocos dueños de los medios de producción y los muchos que de ser dueños, pasaban en masa a convertirse en asalariados de esos pocos. “El telar de mano creó la sociedad feudal, el telar mecánico creó la sociedad capitalista”.
El dinero, al pasar de dato a variable manejable por el Estado se enfrenta con una revolución del medio de producción más importante. Y al administrarse la misma bajo los criterios keynesianos, salvó al capitalismo ofreciendo al mundo pleno empleo, sociedad de consumo y estado de bienestar.
La contrarrevolución monetaria que sigue a la crisis energética privatizó ese medio de producción capital mediante la independencia de los bancos centrales y la libertad de movimiento de capitales. Y con ello aparece ante nosotros, pujante y reverdecido un principio básico del marxismo científico: los dueños de las finanzas se erigen en una tercera clase que explota a las anteriores –empresarios y obreros- fundidos en una sola.