Los lectores de nuestro periódico son categóricos, y aún más optimistas que Dragó: el 58% considera que Vox va a ganar las elecciones.

El chantaje del voto útil

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Ése es el último lirolariro electoral canturreado al unísono por los politólogos, los todólogos y los sociólogos. También por el grueso de los editorialistas y los columnistas. Andreotti, el filomafioso al que nunca faltó finezza, decía que el poder sólo desgasta al que no lo tiene. De igual modo digo yo que el único voto inútil y por añadidura inmoral es el que no va a parar a manos de su destinatario ideológico. Los encuestadores, siempre al servicio de quienes les abonan las facturas, sacan ahora de sus chisteras demoscópicas la monserga del voto oculto después de volvernos locos con los malabarismos de la Ley d'Hondt. No seré yo quien dude de la existencia de ese venero subterráneo, pues fue el que condujo a la victoria del Brexit, de Trump y de Bolsonaro, el que indujo el pentecostés de los doce apóstoles de Vox en Andalucía y el que dentro de seis semanas dejará manga por hombro la Europa de los burócratas y un poco menos invertebrada la España de las Autonomías. Es de cajón que el voto oculto coincida con el de los indecisos y también lo es que el de éstos vaya a parar mayoritariamente a Vox, pues no resulta verosímil la hipótesis de que a estas alturas aún titubeen los votantes de partidos fosilizados desde hace mucho en el osario de las urnas. De ser así, forzoso será llegar a la conclusión, en pura lógica aritmética, de que para impedir el acceso de Sánchez y su tropa de Pancho Villa al tablero de mandos de las Cortes no existe mejor estrategia que la de concentrar el voto en el partido que, a mi falible juicio, superará de largo a los ciudadanitas, expertos en dar palos de ciego made in Macron, y por varias cabezas a los populares, lastrados por la permanencia en sus filas de quienes permitieron a Rajoy traicionar una a una las promesas de su programa y engañar a quienes confiaron en él. Pero no es sólo un problema político, sino también moral, el que suscita esta columna. Allá se las apañen con sus conciencias los candidatos sensibles a las maquinaciones y malabarismos propiciados por la indignante Ley d'Hondt, pero los electores no deberían hurtar sus votos al partido con el que más se identifiquen dando así crédito a los falaces cantos de sirena de quienes sólo buscan el poder sin reparar en el precio que el politiqueo oligárquico, los chantajes demoscópicos y las conjuras de sacristía pongan a éste. ¿Va por España? Pues sí... Nos la jugamos. Tal es el fondo de la cuestión.

© El Mundo

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