¿Un islam bueno… y otro malo?

El día en que los alumnos de la inmigración musulmana respondan con emocionado respeto a semejante minuto de silencio; el día en que esa misma inmigración exprese en las redes sociales su profundo desprecio por los asesinos que dicen actuar en nombre de su religión; el día en que decenas de miles de musulmanes bajen de los suburbios para...

Compartir en:


Antes de los «terribles acontecimientos de estos días en París»… No, esto es Neolengua. Antes de las primeras escaramuzas de la guerra que nos acaba de ser declarada —una nadería al lado de lo que nos espera—, las cosas ya estaban bien claras. Pero la mayoría se empeñaba en no verlas. Ahora, más que claras las cosas ya están translúcidas  —y, sin embargo, los ojos seguirán cerrados. Una sola diferencia: disminuirá el número de los ciegos, y si hoy mismose hiciese  un sondeo, ya serían quizá un 30% los que dijeran «Keep calm and vote Le Pen».[1]
Después de cada escaramuza, después de cada nueva batalla, los ciegos, es cierto, serán un poco menos numerosos. Pero lo serán sobre todo entre la buena gente, entre el pueblo. Por lo que a nuestras pretendidas «élites» se refiere… Hablemos de ellas, de estos escogidos ciegos en cuyas primeras filas figuran los medios de comunicación del sistema. En ninguno de ellos se enterará uno, por ejemplo, de que las redes sociales se incendiaron estos días con mensajes que festejaban la matanza de Charlie-Hebdoi («¡Estos hijos de puta lo tienen bien merecido!», «Soy Muslim y amo a mi Profeta», etc.) Tampoco es en los medios oficiales donde se informa de que, una vez abatidos los tres terroristas, «los jóvenes de los barrios en dificultad» siguieron practicando «el vivamos juntos» (así habla la Neolengua) mediante mensajes del siguiente tenor: «¡Gloria a los hermanos caídos!», «¡Muertos como mártires!», «¡Que Nuestro Señor Alá les abra las puertas del Paraíso!», etc.
Ni en Le Monde, ni en Libération, ni en Le Figaro leerá uno tales cosas. Figura, sin embargo, en este último periódico un artículo sobre el eco que el minuto de silencio del pasado jueves obtuvo en los centros docentes de los «barrios sensibles». Su sensibilidad es tal que el minuto de silencio se convirtió a menudo… en un minuto de odio.
«“Te la pego con el kalash" (abreviatura para  kalashnikof), le soltó a su profesora  un alumno de 14 años.», leemos en Le Figaro. El cual sigue diciendo: «En una colegio elemental de Seine-Saint-Denis (suburbio parisino de alta concentración inmigratoria), al menos el 80% de los alumnos de una clase se negaron a efectuar el minuto de silencio». A ello se le podría añadir que en muchos centros el minuto de silencio fue interrumpido por los mismos gritos que resonaron en Charlie-Hebdo: «¡Allahu Akbar!» («¡Alá es grande!»). Lo anterior, sin embargo, ya no lo dice el periódico: me lo han contado unos amigos profesores. Hubo también alumnos que se intentaron razonar…. Por ejemplo, ese que, con sus 11 añitos a cuestas, le soltó a su maestro: «Usted no lo comprende [en Francia, hasta en tales sitios aún se habla de usted al profesorado]. Esa gente no hubiera tenido que dibujar al Profeta. ¡Está por encima de los hombres!». ¡Criatura!… También cabe destacar el caso de una profesora que en su página Facebook explica que fue acogida a las 8 de la mañana con gritos de «¡Viva los que los han matado!», después de lo cual pidió ser mutada a otro centro.
Quienes lean en francés encontrarán aquí otros ejemplos. Pero hay que leerlos sin hacer caso del titular: «Minutos de silencio para Charlie-Hebdo. Algunos patinazos en los colegios». Punto. ¿En los colegios… de dónde? ¡En los de toda Francia, cielo santo!, concluirá el lector que, horrorizado, sólo podrá recuperarse del susto al leer el texto del artículo. No fue, por supuesto, en el conjunto de Francia donde se produjeron tales «patinazos» (traducción: tales boicots). La islamización aún no ha llegado a tales extremos. Los boicots sólo tuvieron lugar ahí donde la Gran Sustitución de poblaciones ya ha producido las más profundas sustituciones.
El día en que los alumnos de la inmigración musulmana respondan con emocionado respeto a semejante minuto de silencio; el día en que esa misma inmigración exprese en las redes sociales su profundo desprecio por los asesinos que dicen actuar en nombre de su religión; el día en que decenas de miles de musulmanes bajen de los suburbios para manifestar un horror que, por ello mismo, aún debería ser más considerable en su caso: sólo ese día podré empezar a tomar en serio a quienes pretenden que hay un buen islam profundamente opuesto al malo. Hasta entonces seguiré pensando que hay, por supuesto, dos islams, todo lo distintos que se quiera, pero uno de los cuales es, por así decirlo, como la vanguardia del otro: como la avanzadilla de ese otro islam, pacífico y mayoritario, no cabe duda, pero que, además de sus ritos, practica un bien conocido proverbio: El que calla otorga.
(Artículo publicado simultáneamente hoy, 12 de enero de 2015,
en
Boulevard Voltaire y en El Manifiesto.)


[1] Tal fue el tweet que lanzó papá Le Pen el día de la toma de rehenes.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar