A veces, las obras de los historiadores tienen la paradójica virtud de ser muy actuales; aunque es evidente que la historia no se repite, también es cierto que con obstinada recurrencia sugiere oportunas analogías. Algo de eso sucede con la voluminosa obra de Fernando Paz Radiografía de Barbarroja. Un análisis multidimensional de la invasión de Rusia y su continuación, Ante las cúpulas del Kremlin. Moscú, 1941, recientemente publicadas por HRM Ediciones. En realidad los dos volúmenes conforman un amplio estudio de la ofensiva alemana contra la Unión Soviética, que arrasó buena parte de la Rusia europea para quedar detenida a una veintena de kilómetros de Moscú.
Paz examina toda la historiografía reciente sobre Barbarroja y expone sus conclusiones propias, que amplían nuestros puntos de vista y nos muestran cómo muchas de las ideas que habíamos heredado de los historiadores de los últimos ochenta años se prestan a bastantes matizaciones, sobre todo porque Paz se distancia de la perspectiva germanocéntrica, que ha sido la común hasta hace bien poco tiempo. El repaso que el autor da de la historiografía contemporánea convierte a este libro en una referencia ineludible para el lector español cuyos intereses vayan más allá de la simple historia militar, pues Paz trata con detalle los elementos políticos que condicionaron las operaciones de los ejércitos enfrentados. En este aspecto, impresiona comprobar que muchas de las decisiones se tomaron sobre un fondo de desconocimiento y mala información, en donde las intuiciones y la confianza en el azar jugaron un gran papel. Tras fatigar las páginas de esta obra, está claro que Barbarroja fue una aventura geopolítica tan equivocada como inevitable; es decir, la desconfianza alemana y la obstinación soviética conducían inevitablemente al choque. No hay lectura más apasionante que la de los estadios previos a esta campaña, y en esto el autor no deja ningún cabo suelto ni olvida ninguna de las causas que llevaron a los alemanes a atacar y a los rusos a ser sorprendidos.
Entre los elementos de esta “Radiografía”, más bien una disección, de Barbarroja, resaltan varios hechos que son aplicables en buena medida al panorama geopolítico actual: la eterna minusvaloración de Rusia por todos sus enemigos (con la excepción de los japoneses en 1904) y los inevitables errores de cálculo y de ejecución que se derivan de ello, cuyo resultado final suele ser una derrota aniquiladora. Desde luego, ese desprecio de los occidentales por Rusia, que tan caro se ha pagado en los cuatro últimos siglos —y que se volverá a pagar—, queda muy bien reflejado en las páginas de esta obra y el propio autor lo señala como una de las causas esenciales del fracaso alemán. La Unión Soviética resultó mucho más fuerte y resistente de lo esperado: no sólo el frío y las distancias enormes jugaron en contra de Alemania, sino también la dureza de los soldados rusos, el sorprendente desarrollo de su tecnología militar, tan simple y práctica como efectiva, la colosal producción de material bélico por los soviéticos y la aparición de militares de un genio que en nada envidiaba al de los alemanes, como Zhúkov o Rokossovski. La Rusia de Stalin sobrevivió en 1941 y 1942 a catástrofes militares que habrían acabado con los Estados Unidos; conviene recordar estas cosas ahora, cuando estamos a punto de seguir los pasos de la Wehrmacht y la Grande Armée, pero sin la calidad de estas últimas. Como Roma se superpuso a los triunfos de Aníbal, Rusia ha sobrevivido a enemigos del mismo porte.
En definitiva, un libro excelente, que nos sirve tanto para comprender el pasado como para temer el futuro.
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