Hito histórico de José Tomás en Nimes

Aún hay héroes

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Ha tenido que ser en Francia. En el anfiteatro romano de Nimes, ahí precisamente, nada menos que ahí… En tan emblemático lugar, compendio de nuestro pasado, arte vivo engarzado en el presente, es donde ha tenido lugar, este domingo 16 de septiembre, una de las más extraordinarias corridas de todos los tiempos.

El gran auge que conoce en el sur de Francia la Fiesta española por antonomasia (ya por ello se la han cargado en Cataluña y San Sebastián), hacía que nuestros hermanos franceses fueran bien merecedores de tan apoteósico cierre de temporada.
 
Solo, único matador en la plaza, José Tomás se ha enfrentado una vez más a la vida y a la muerte; la que en Nimes se encarnaba en el toreo de seis bravas reses, todas las cuales fueron de extraordinario juego, según cuentan los agraciados mortales que lo presenciaron. Hasta 11 orejas y un rabo llegó a cortar el torero madrileño. Pertenecientes a cinco ganaderías distintas, los seis toros habían sido escogidos por el propio diestro, y uno de ellos —el cuarto— fue tan bravo y tuvo tanta fuerza que acabó mereciendo el indulto…, esa vida salva que tranquilizará, al menos en parte, a las bellas almas defensoras de los derechos humanos y animales. (Curadas sus heridas, el toro premiado con el indulto se convierte en semental para el mayor provecho suyo, de las vacas y de la nobleza de la raza.)
 
Pocas cosas pueden aún congraciarle a uno con el mundo y sus habitantes. Y una de ellas, en grado sublime, en grado apoteósico —basta ver en imágenes la firmeza dulce de los capotazos, el mando resuelto de la muleta, el temple sin mácula de los pases— es la que ha tenido lugar este domingo 16 de septiembre de 2012 en las romanas, europeas arenas de Nimes.
 
Pero no nos hagamos ilusiones. Es de temer que los días de la Fiesta están contados. Aún durarán probablemente —sobre todo en Francia, o en Andalucía— algunas generaciones más; pero a la larga, o bien cambia el espíritu de la sociedad, o bien ésta acabará liquidando un ritual que es un escarnio para sus valores: tanto para su blandenguería fofa como para su “espíritu” hecho de materialidad y utilidad. No es nada útil, en efecto, de nada sirve jugarse la vida ante un toro: sólo para expresar que todo —todo lo esencial— se juega ahí, en el permanente enfrentamiento de la vida y de la muerte, y el arte de por medio.
 
Ahora bien, hasta que no concluya todo, aún habrá —aún hay— gestas heroicas y bellas como la de José Tomás este domingo en Nimes. Saludémoslas quienes consideramos que si, para comer, es legítimo matar a los animales en sombríos mataderos, aún más, infinitamente más legítimo es ennoblecerlos con la única muerte pública y gloriosa: esa en la que la belleza, la muerte y la vida es lo que está en juego.

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