Entre el 28 y el 30 de octubre de este año se conmemorará el centésimo aniversario de la Marcha sobre Roma que abrió las puertas del poder a Mussolini

Cien años después, el órdago triunfal de Meloni

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La “neofacista Giorgia Meloni”, como titulaba Televisión Española; la “ultraderechista”, la “ultrarradical”, la “antisistema” Giorgia Meloni, como titulan los demás medios del Sistema, ha ganado las elecciones italianas. En el momento de escribir estas líneas todavía falta mucho para que los resultados sean definitivos. Pero lo que indican los sondeos a pie de urna, confirmando todas las encuestas anteriores, significa una victoria indiscutible de esta víbora “postfascista” (también la llaman así) que “sacude —titula El Mundo— a la Unión Europea”.

Dejémosles, pues, sus apelaciones, entreguémosles gustosos el espantapájaros del “antifascismo”, única ideología —no tienen otra, salvo la de amasar cuanto más dinero mejor— con la que el liberal-capitalismo lleva cubriendo sus vergüenzas desde hace cerca de ochenta años.

La cuestión no está ahí, es otro asunto lo que se plantea. Giorgia Meloni y sus Fratelli d’Italia, ¿son un partido realmente antisistema?

¿Le habrá salido esta vez el tiro por la culata al Sistema?

¿Le habrá salido esta vez el tiro por la culata al Sistema? La “gran fiesta democrática”, esta grandiosa puesta en escena en la que sólo se vota por partidos que piensan y defienden lo mismo: el mismo orden, el mismo modelo de mundo, al tiempo que se enfrentan en cuanto a los medios y a la estrategia con que sustentarlo mejor; todo este grandioso montaje, en suma, ¿habrá permitido por una vez que llegue al poder alguien que piensa no en los medios de afianzar el Sistema, sino en los de acabar con él?

Sí, es cierto, a lo largo de la campaña electoral, Giorgia Meloni ha bajado el tono: no ha insistido tanto en su defensa de Italia contra la invasión migratoria, ha reducido sus ataques contra la Unión denominada “Europea” y se ha puesto al lado de la OTAN en la guerra de Ucrania...

Es cierto, pero tales posturas, ¿van en serio o se trata de amagos tácticos propios, y en últimas, legítimos en una campaña electoral? Todo parece apuntar que sí, que eso va en serio, muy en serio. Tan en serio, en todo caso, como van los regímenes que en la Europa central y del este, incluido el gran país euro-asiático,  han pasado a constituir el último bastión de nuestra civilización al tiempo que, reconozcámoslo, tampoco su antiliberalismo o su iliberalismo, como lo llama Orban, constituye una aventura revolucionaria encaminada a configurar un nuevo orden del mundo.

La anterior es, en cualquier caso, la gran cuestión que se abre a partir de ahora. Una cuestión que, además, sólo se podrá aclarar en función de cómo sea la correlación de fuerzas dentro de la coalición ganadora: la de Fratelli d’Italia y la de los otros dos partidos: la Lega del desventurado Salvini (vistos sus errores, visto dónde estaba y dónde está...) y la del cavaliere Silvio Berlusconi. Y por lo que arrojan los sondeos a pie de urna, ahí también los resultados son más que halagüeños: lejos de levantar cabeza, las dos formaciones siguen yendo cuesta abajo. Tan abajo que ambas pueden acabar quedándose hasta por debajo del 10 por ciento de votos.

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