La credibilidad periodística es un raro galardón que debe conquistarse párrafo a párrafo. Es un principio que se enseña en todas las facultades de Ciencias de la Información pero que también puede deducirse por simple aplicación del sentido común. “No ofende quien quiere, sino quien puede” vendría decir la versión popular de esta prescripción técnica. Capacidad para la ofensa de la que el periodista Martín Prieto está muy lejos de disponer.
Martín Prieto ha aprovechado la víspera del 71 aniversario del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera para dedicar algunas lindezas a una de las personalidades más nobles de la reciente historia de España, un hecho reconocido incluso desde las filas de sus, también, más nobles detractores. Junto a la sempiterna acusación de fascismo, Martín Prieto ha urdido ahora la duda infundada sobre la inclinación sexual del fundador de la Falange. Un ardid estéril, amén de un inesperado prejuicio moral en quien protagonizara una de las más hilarantes “canas al aire” conocidas en las últimas décadas, al intentarse disfrazar la debilidad de la carne con el socorrido recurso a un supuesto secuestro de la banda ETA.
La mala fe del periodista hacia la gigantesca figura de José Antonio contrasta con los orígenes profesionales del sujeto, quien publicara sus primeras cositas bajo la égida del yugo y las flechas de la cabecera del diario Arriba, el periódico fundado –precisamente- por su hoy despreciado Primo de Rivera. Publicaba, por cierto, mientras la voz de los auténticos falangistas canalizaba en soledad la respuesta interna al régimen de Franco. Mientras, “otros” falangistas, los alimentarios del régimen, preparaban ya en silencio su plácida transición hacia la democracia. Estos esfuerzos se plasmarían en el nacimiento del diario El País, en 1977, cuya subdirección recaería hasta 1981 en nuestro ínclito analista.
Claro que, cuando las convicciones no son firmes y la altura moral rasea, quien traiciona una vez traiciona dos veces. Es el caso de Martín Prieto. Pero cedamos la palabra a lo que escriben sobre él sus antiguos camaradas de la progresía, en este caso desde el observatorio socialista de El Siglo: “Éste sí es un tránsfuga, que pasaba por ser uno de los periodistas más cercanos a Felipe González. Incluso él alardeaba de su amistad con el entonces presidente del Gobierno y antes jefe de la oposición. Pues cuando empezó el declive del denominado felipismo, Martín Prieto se cambió de bando y se convirtió al aznarismo. Sigue ahí, tras haber formado parte de la AEPI o la conjura mediática contra González, lo que hizo con un entusiasmo sólo entendible desde la lógica perversa de los conversos que quieren hacer méritos”.
Ahora, desde su atalaya de El Mundo, Martín Prieto la emprende contra el fundador de la Falange. Cabe preguntarse cuál será su próxima bufonada. Pero antes que gastar recursos en responder a la provocación de este individuo, es mejor que los falangistas herederos del mejor José Antonio dediquen sus energías a avanzar en el proyecto de su revolución Nacional-sindicalista, despreocupándose de opiniones tan volanderas como las del insustancial Martín Prieto. Tengan por cierto que de triunfar, dada la límpida trayectoria que nos ocupa, ya les vendrá este traidor patológico a pedir un hueco en alguna escuadra.