La alianza del wokismo y el secesionismo lleva a España a la implosión

Intentando explicar a los camaradas franceses lo que... ni nosotros mismos acabamos de comprender del todo. Traducción del artículo publicado por 'Éléments'.

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El Partido Popular español, con su aliado Vox, era el claro favorito en las elecciones generales españolas. Ciertamente avanzó (mientras Vox perdía escaños), pero sin pretender formar gobierno. Éste es un momento de incertidumbre. España está siendo moldeada por una serie de fuerzas nihilistas y secesionistas. Junto con Francia, es quizá el enfermo de Europa. Un artículo de Javier Ruiz Portella.


En un momento en que parte de Europa parece por fin dispuesta a "despertarse" de verdad (ahí está la Hungría antiliberal de Viktor Orbán; ahí está la Rusia de Vladimir Putin en su guerra contra el mundo unipolar; ahí está incluso Alemania, que, ¡oh, sorpresa!, ve crecer día a día la fuerza y el atractivo de la AfD, incluso en las regiones occidentales). En un momento en que muchas regiones de Europa Central y Oriental se están liberando de las garras de la corrección política, muchas regiones de nuestra Europa Latina se están rindiendo a ella en cuerpo y alma.

En Italia, por ejemplo, parecen ya estar bien muertas todas aquellas esperanzas que suscitó la victoria de Giorgia Meloni y de su partido Fratelli d'Italia. Además de someterse a los dictados de la OTAN en su guerra contra Rusia por Ucrania interpuesta, parece que Meloni ya ha hecho las maletas sobre la cuestión de la Gran Sustitución, que ahora considera necesaria y beneficiosa tanto para Italia como para Europa.

En cuanto a Francia, asolada hace apenas unas semanas por los motines islamoizquierdistas, no parece encontrar el impulso necesario para reunir a las fuerzas populares que son las únicas capaces de hacerles frente.

Y ahora España

Vox, el único partido patriótico digno de ese nombre, y en el que siempre se han enfrentado dos corrientes principales, una liberal y otra identitaria, vio imponerse la tendencia identitaria (aún no definitivamente, hay que reconocerlo) cuando Santiago Abascal destituyó a destacados liberales de la dirección del partido. La consecuencia obvia fue que las posiciones populistas y la defensa de los intereses populares pasaron a un plano mucho más imporrtante.

La creciente impopularidad, entre las clases medias y trabajadoras, de los "socialistas fucsias", como diría Diego Fusaro; es decir, la impopularidad del Partido Socialista y de sus aliados de Sumar, la corriente ultrawokista que ha acabado desbancando a Podemos, suscitó grandes esperanzas de que el Partido Popular ganara las elecciones legislativas del domingo 23 de julio y de que Vox entrara en el gobierno, aunque fuera en minoría.

Pero no fue así. Incluso con la treintena de diputados de Vox, el Partido Popular no alcanza mayoría absoluta alguna. Frente a él se alza un variopinto  conglomerado de diputados pertenecientes tanto a la galaxia antiespañola como a la galaxia "antifascista": izquierdistas de todo pelaje combinados con las diversas corrientes secesionistas vascas y catalanas movidas por un abierto odio a España.

¿Es un callejón sin salida?

Bien podría decirse que España se encuentra en un callejón sin salida del que sólo podrá salir mediante nuevas elecciones cuyos resultados serían, por lo demás, absolutamente impredecibles.

Los odios que "la España democrática" ha desatado desde casi el mismo día de su nacimiento están llevando a la implosión del país

A no ser —y ésta es la peor y más chusca de las hipótesis— que los siete diputados de Carles Puigdemont, el líder putchista catalán de octubre de 2017, condenado por los tribunales y refugiado desde entonces en... Waterloo, decidan finalmente apoyar al socialista Pedro Sánchez, que tendría entonces que pagar el precio más alto por tal apoyo: la celebración de un referéndum vinculante con vistas a desmembrar la nación que, desde su nacimiento como Hispania romana, es la más antigua de Europa.

¿Participará Sánchez en semejante juego? Todo es posible con este individuo endiabladamente astuto y desenfrenadamente ansioso de poder personal. Pero la respuesta, desde luego, aún está por escribir.

Sea como fuere, de algo no cabe duda: los odios que "la España democrática" ha desatado desde casi el mismo día de su nacimiento, en 1978, están en vías de producir su efecto: la implosión del país.

Una implosión anhelada tanto por la sed secesionista como por la aniquilación wokista.

La figura emblemática del enemigo a destruir: el "hombre fascista"

Una implosión en la que la democracia y el izquierdismo les arrojan a las masas la figura emblemática del enemigo a destruir: el "hombre fascista". Es decir, el hombre identitario, el hombre dotado de una naturaleza y de un sexo, el hombre provisto de una patria y de una civilización.Milenarias, por lo demás. El hombre al que quisieran sustituir por una pulsión de muerte destinada a arrasar con todo, tanto en España como en el conjunto de Europa Occidental.

© Éléments

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