Vox, del CIS a la política de mayorías

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 “Del aullido al susurro”, titula Jorge Bustos su artículo sobre la realidad coyuntural de Vox publicado en El Mundo con fecha 22/08/22. En el mismo texto, presenta al partido de Abascal como una formación en peligro de situarse en fuera de juego debido al “efecto Feijoo”, dirigente popular que habría solucionado la sangría de votos de su partido hacia Vox gracias a las expectativas, bastante razonables, de superar ampliamente a la izquierda en las próximas elecciones generales , lo que le permitiría gobernar con una mayoría cercana a la absoluta, libre de pactos legislativos con cualquier otra formación y definitivamente muy lejos de gobiernos coaligados.

Esta es la lógica de la política entendida como tensión comunicante entre magnitudes electorales, tanto en expectativa (encuestas), como en valoración de “trasvases” de votos entre unos nichos de electores y otros. Sabido es que el derrumbe de Ciudadanos ha nutrido espectacularmente de votos al Partido Popular en los comicios autonómicos de Madrid (2021), Castilla y León (2022) y Andalucía (2022), y que la tendencia va a mantenerse en la próximas elecciones generales; además el PP no sólo cuenta con ese importante venero sino que tiene posibilidades de calar entre votantes indecisos del centro izquierda y desencantados del PSOE. Todo lo cual, siempre en los parámetros de esta política demoscópica, dejaría a Vox “seco” en cuanto a sus opciones de crecimiento en las urnas, seguramente con apoyo por un electorado fiel (se demostró en Andalucía), pero incapaz por el momento de acercarse a posiciones de pacto de mayorías parlamentarias con el centro derecha.

Pero hay otra visión de la política que, sin desdeñar ni mucho menos las imágenes de foto fija de las encuestas y el aporte que ofrecen para el ajuste de los movimientos puntuales de los partidos, precisa liberarse de ese entramado aritmético para volcar toda su capacidad sobre las condiciones reales de la sociedad, las contradicciones y conflictos de intereses entre opciones de poder y modelos de convivencia y, en definitiva, edificar un proyecto de futuro capaz de aglutinar a amplias masas de electores (de ciudadanos) huérfanos de propósito y ajenos a la voluntad de ser en la historia que determina el futuro de las naciones. Dicho de otra manera: la cuestión central, fundamental, del futuro de España no es quién se va a quedar con los antiguos votantes de Ciudadanos ni cuántos votos será capaz de arrebatar el PP al PSOE en las próximas elecciones, sino qué futuro aguarda a los españoles, su bienestar y su seguridad basada en la pertenencia a una nación fuerte, con niveles de bienestar consolidados, con garantía de pervivencia de estos requisitos y sentido pleno y activo en el ámbito civilizacional al que pertenece. Desde tal perspectiva, no queda otra iniciativa posible que volcar toda la actividad “real”, política, reivindicativa, cultural e incluso propagandística, hacia las masas desprovistas de cualquier opción de futuro que no sea el voto útil y confiar en que los que lleguen no lo hagan mal del todo. Una media del 40% del censo, abstencionista en todas las convocatorias electorales, incrementa el territorio y la posibilidad de encuentro con la mayoría social sistemáticamente defraudada por las élites izquierdistas y globalistas. 

Si Vox se vuelca hacia las masas, probablemente su porvenir como partido sea mucho más halagüeño que el actual atoramiento estadístico en el que se encuentra; y los españoles ayunos de alternativas reales en el terreno social, laboral, político y cultural, lejos de la algarabía hiperventilada de los “colectivos” con que la izquierda ha suplantado a sus antiguas bases sociales, tendrán un motivo más de esperanza para superar la situación de deterioro ético, material y convivencial en que nos encontramos.

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