Lo realmente novedoso, lo propiamente arrasador del huracán que el domingo 7 de octubre de 2018 sopló en la madrileña plaza de toros de Vistalegre (10.000 asistentes y 4.000 que no pudieron entrar), no fueron tanto las cosas que se dijeron, los objetivos que se defendieron, las esperanzas que se alzaron. Total, somos unos cuantos quienes, agazapados entre las sombras con las que el Sistema trata de taparnos, llevamos años diciendo cosas parecidas. Lo realmente novedoso es que tales cosas se dijeran desde una palestra abiertamente política en la que sonó una voz con un tono y una enjundia nunca vistos ni jamás oídos.
Por primera vez en los cuarenta años de un régimen que nos ha habituado a su discurso fofo, melindroso y huero, ha sonado una voz radicalmente distinta. Una voz que no puede ser huera por la sencilla razón de que, contrariamente a la que suena por los altavoces del poder, está llena de sustancia y contenido. Una voz que, al tiempo que defiende las libertades cada vez más conculcadas por el Sistema, no tiene nada que ver con el insoportable, tedioso sonsonete de libertad-y-democracia,-democracia-y-libertad que los amos y servidores del Régimen repiten mil veces por la sencilla razón de que no teniendo estrictamente nada más que decir, se imaginan, los pobres, que si remueven el vacío van a tapar sus vergüenzas. Una voz fresca y con nervio, la de VOX, que nada tiene que ver con el lenguaje apelmazado de los gerifaltes del Sistema y de los periodistas a su servicio. Una voz que, al tiempo que defiende a las víctimas precarizadas del globalismo, es la única que no está centrada en absoluto en la economía. Una voz que invoca cosas tan sustanciales e inauditas —lo hizo Javier Ortega al empezar su discurso— como la victoria en la batalla de Lepanto, lograda frente al Turco hacía ayer, 7 de octubre, 447 años. Una voz en la que se invoca con fuerza tanto a la patria que hay defender como a la familia a la que también hay que defender: esa trama de vínculos —colectivos, unos; individuales, otros— que, entrelazando a los que fueron, a los que son y a los que serán, hace que no estemos solos frente a la muerte y a la dislocación en la que nos intenta precipitar ese oscurantismo denominado “ideología progre”. Una voz, la única en todo el espectro político, que combate todos y cada uno de los engaños de la corrección política: desde la inmigración de asentamiento encargada de realizar “la gran sustitución” de nuestros pueblos y etnias, hasta el feminismo y la ideología de género destinada a realizar la gran sustitución del orden que la naturaleza ha establecido entre los sexos.
Nada, por supuesto, está decidido. El enemigo es poderoso. Las espadas siguen en alto. Pero son espadas: no encartonados eslóganes. Son espadas fraguadas con brío y vigor, limpiadas de viejas herrumbres, desprovistas de polvorientos resabios.
Adormecida durante tantos años, España, como dice el himno de Pemán —bueno, por cierto, sería recuperarlo—, vuelve a resurgir.
DISCURSO DE JAVIER ORTEGA, SECRETARIO GENERAL DE VOX
DISCURSO DE SANTIAGO ABASCAL, PRESIDENTE DE VOX