El artículo de hoy será el más breve que he escrito nunca. Las imágenes bastan. Arriba tenemos en todo su esplendor el Salón Pompadour en el Palacio del Elíseo de París, así denominado en honor de la que fuera amante, además de consejera áulica, de Luis XV (sí, en aquel entonces los reyes, y no sólo ellos, tenían amantes que a nadie chocaban y que tampoco los chantajeaban).
Pero no es eso lo que importa ahora. Lo que importa es lo que el actual presidente Emmanuel Macron le ha infligido al desventurado Salón Pompadour, convertido en una especie de cuarto de juegos infantiles presidido por unos garabatos de Miró. Véanlo aquí.
“Nada más, Señoría. Eso es todo. Puede dictar sentencia”
Pongamos ahora los dos salones juntos, uno al lado del otro, el de antes y el de ahora, y constatemos que en toda la larga historia de los hombres sólo los de ahora han adorado la fealdad. Sólo ellos han escupido a la belleza colocando lo feo en el lugar de lo bello.
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