Polémicas españolas de ayer y de hoy

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En los inicios de la década de los cincuenta del pasado siglo España, como concepto, como realidad histórica y como presencia en el presente, fue tema de una jugosa polémica que se definiría en dos enunciados: España como problema, auspiciada por Pedro Laín Entralgo, y España sin problema, afirmación acuñada por Rafael Calvo Serer.

El primero, Laín, representaba a un sector entre el aperturismo y el distanciamiento del régimen de Franco, que con tanto fervor habían contribuido a fortalecer desde la zona nacional en plena guerra y una prolongada instalación en la postguerra. Además de Laín, rector a la sazón de la Universidad Central figuraron Antonio Tovar, rector de la Universidad de Salamanca; Dionisio Ridruejo, de vuelta de su ensueño fascista del que fue despertando después de su paso como voluntario de la División Azul; Joaquin Ruiz Jiménez, portaestandarte de una democracia cristiana que años más tarde, en el arranque de la transición no acabaría de despegar como partido político, como había ocurrido en Italia y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, y se diluiría como un sector más dentro de la amalgama constituida por una diversidad de lo que vino en llamarse las familias del régimen, agrupadas en la UCD.
 
En síntesis, en España como problema sostenía Laín una voluntad integradora que bien podría airearse ahora frente a los que a cuento de una pretendida memoria histórica, ofrecen una vez más el carácter excluyente propiciador del enfrentamiento de las dos Españas magistralmente expresado por el pincel de Goya con la imagen ancestral de los españoles resolviendo sus antagonismos a garrotazo limpio enfangados en un lodazal. La integración de Laín abarcaba el amplio espectro español representado en situaciones antipódicas protagonizadas por la Inquisición y las Cortes de Cádiz o Santa Teresa de Jesús y Manuel Azaña. Se trataba de recibir a España no a beneficio de inventario sino en su totalidad, asumiéndola.
 
Clavo Serer, por su parte, en España sin problema hacia tabla rasa de las diferencias y preconizaba una integración pero excluyente de todo el pensamiento que conectara con la Revolución destructora del Antiguo Régimen.
 
El recorrido de Calvo Serer, que para quien quisiera oírle se propugnaba como el futuro Cánovas de la próxima Restauración con un programa conservador, fue metamorfoseándose en un tímido Sagasta para acabar como Angiolillo, el ejecutor de Canovas, el pronombre de la vuelta de la monarquía en1874, al asociarse con Santiago Carrillo, entre otros, en la Junta Democrática, difícil maridaje en el que predominaba la tesis rupturista frente a la reformista auspiciada desde intramuros del régimen autoritario de Franco.
 
Aquel régimen no tenía nada de monolítico, salvo la presencia, por encima de toda discusión, del general Franco. Las fuerzas que lo ocuparon al poder guardaban entre sí notables diferencias, que permiten hablar de un cierto pluralismo político. Desde los monárquicos, divididos en dos sectores, el alfonsino que al final se llevó el gato al agua, y el carlista, a su vez fraccionado en diversas opciones dinásticas; la herencia de la CEDA, en gran parte, sobre todo en sus juventudes pasada desde los meses inmediatamente anteriores a la guerra civil a Falange; y el Ejército, como entonces se denominaba genéricamente a las Fuerzas Armadas. El hecho de haber permanecido todas estas fuerzas bajo el mismo palio no oculta las notables diferencias entre ellas hasta el punto de que puede hablarse, en lenguaje convencional para entendernos de una derecha, un centro y una izquierda. Los falangistas no eran de izquierda pero la sustituyeron y su aparente predominio, más coreográfico que efectivo, encontró sus discrepantes en los monárquicos y algunos sectores amparados bajo la amplia denominación de la Iglesia. Todo ello sin contar que existió un tipo, un ejemplar, un prototipo que fue a la vez falangista, monárquico, católico, franquista, en muestra del encaje de bolillos que fue tejiendo el general Franco para el sostenimiento de su régimen.
 
Y hubo polémicas enconadas: desde el manifiesto de la Tercera Fuerza, auspiciando por Calvo Serer a través de una revista francesa, contestado desde la prensa falangista con un editorial titulado «Terceras Fuerzas y otras amenidades.»
 
Frente a los partidarios del conde de Barcelona, los carlistas manifestaron su oposición con un rotundo «Don Juan Rey de España como beneficiario de la Cruzada, verlo para creerlo y salud para impedirlo. »
 
La gran duda reflejada en el «Después de Franco qué» era incógnita por un manifiesto voluntarismo de cuantos no quisieron ver que desde los albores del franquismo, la solución monárquica no tenía por qué haber causado sorpresa alguna. Los designios de Franco no fueron tan inescrutables, y la solución monárquica desde un principio, y la personalizada en don Juan Carlos más tarde, fue clara.
 
Otra de las polémicas de la época fue la que trataba de definir la sucesión de Franco como Instauración o como Restauración, y fue esta última la culminación de un proceso. La larga marcha hacia la Monarquía partió de un sentimiento monárquico inexistente o larvado en la mayoría de los españoles desde la proclamación de la República sin que un piquete de alabarderos saliera en defensa de la institución milenaria, y en el recorrido de los años del régimen de Franco, el paseo del actual Rey de España por los pueblos de instituciones, en goteo permanente propició lo que ha venido en llamarse el juancarlismo. ¿ Se afianzará en el futuro la Monarquía privada del protagonismo del primer monarca de la segunda restauración?
 
Aquellas polémicas no propiciaron que la sangre llegara al río y eso que se debatían temas transcendentales. Ahora no estamos para esas menudencias de un pasado reciente. Algunas de las grandes cuestiones en discusión tienen por protagonistas el aborto, el matrimonio homosexual y el poliglotismo como temas y dos grandes figuras de actualidad nacional: Bibiana Aido y Leire Pajín, sangre ambas de Hispania fecunda.
 
La flamante ministra de Igualdad tiene un rostro que inspira confianza. De no haber dispuesto la providencia, o quien narices sea, su dedicación a llevar a la mujer a la superación de todas las servidumbres a que las sometió el otro género, podía haber sido una gran embaucadora porque a golpe de vista su expresión candorosa encandila. Pero a Bibiana no le ha dado por la práctica del mal sino que inspirada por injusticias pasadas se erige en redentora del suplicio de la mujer a través de la historia. Tiene presente que Isabel la Católica, aunque personaje no de su agrado, tuvo que superar los problemas que suponían su condición de mujer. Hay que tener en cuenta que sólo después de que Falopio, mediante desección de cuerpos femeninos y describirlos en su autenticidad, el nivel alcanzado por la ciencia médica confería a las mujeres el carácter de hombres defectuosos. Imperaba acerca de la mujer la imagen de Eva, por cuya caída en tentación la humanidad pagaba eterna culpa y se las consideraba incapaces de la acción de gobierno.
 
En afán corrector de desaguisados pasados marginando a la mujer, Bibiana alumbra paridas, ¿quién lo diría?, como la tarjeta de descuentos para abortar a menores de 16 años sin consentimiento paterno, y preconiza la superioridad femenina soltando el lastre al que se ve sometido el hombre en la práctica de la autocomplacencia manual, por el acceso digital a goces dignos de conjunciones astrales.
 
La ternura que inspira esta traviesa chiquilla no inspiraría en Francia a ningún varón apremiado por urgencias eróticas a conminarla con una «voulez-vous coucher avec moi» sino a proponerle una cariñoso «a la camita mi niña y no te olvides de tus oraciones.»
 
Y ya que hemos hablado de conjunciones astrales, héte aquí a Leire Pajín, que un deslumbrante alarde de poliglotía ha llevado al cursilería al más alto nivel.
 
A Leire Pajín habría que recordarle que una de las instituciones de educación superior más destacadas de España, el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals (IBEI), para estar en el mundo como corresponde al título de la institución, sus enseñanzas se imparten en español e inglés.
 
Ambas, Aido y Pajín se desenvuelven en la vida dando palos de ciego, pero la culpa no es de ellas sino de quien les da el garrote.

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