Para defender la integridad de su territorio, sometido a la invasión migratoria, el estado de Texas —apoyado por todos los estados que figuran en el mapa seguidamente reproducido— se enfrenta abiertamente a Biden y a Washington. Hasta con las armas, llegado el caso. Lo cual puede incluso llegar este mismo viernes 26 de enero. Ante tan tensa situación, planea en el horizonte la amenaza de que Texas acabe proclamando unilateralmente la independencia —es decir, la amenaza de un “Texit”, como titula Newsweek—, o la amenaza, llevando las cosas a su extremo, de que todo ello acabe conduciendo a una guerra civil.
Por increíble que sea, ni una sola palabra se lee en los medios del Sistema sobre un conflicto de semejante trascendencia. Razón de más para que, sin dilación, informemos de ello a los lectores de EL MANIFIESTO.
En rojo los estados que apoyan la insubordinación de Texas
No podemos negar que vivimos tiempos interesantes. Algo se está moviendo bajo los pies de la oligarquía mundial y ésta no lo puede controlar. Y no se trata de la Rusia de Putin o de los valientes hutíes del Yemen. Son los propios Estados Unidos, el centro mismo del imperio mundialista, los que se rebelan contra unos amos que se desentienden de sus súbditos con el desprecio habitual de todas las plutocracias progresistas hacia el sufrimiento de los pueblos que no son políticamente correctos; en este caso los eternamente pisoteados blancos del Sur, que no ven en la administración federal sino a un enemigo jurado de su identidad, de su libertad y de su patrimonio.
La permisividad de la administración Biden con la inmigración ilegal ha llegado al punto de dejar que en sólo tres años hayan pasado por la frontera entre Texas y México seis millones de ilegales. Jamás fue tan próspero el tráfico de seres humanos, tampoco los cárteles de las drogas se pueden quejar, especialmente ahora, cuando el fentanilo tiene efectos aniquiladores sobre los jóvenes americanos. Quizá se trata de eso, de destruir a la población incómoda y sustituirla por gente más manejable. Los antepasados funcionales de Carter, de Clinton y de Biden, los terratenientes del sur, inventaron el término white trash (basura blanca) para estigmatizar a los pequeños granjeros que se oponían al crecimiento de las grandes plantaciones y de la mano de obra esclava. Esos granjeros fueron, en su día, el nervio del heroico ejército confederado.
Pero Texas (léase “Tejas”) no es la España de Sánchez. Ante las negativas del presidente Biden a poner un freno al tráfico de inmigrantes, ante las instrucciones de la Casa Blanca de ignorar las leyes que castigan la inmigración ilegal y ante la pasividad de la administración federal al permitir el paso irrestricto de los ilegales por 28 puntos de la frontera, el gobernador Greg Abbott ha decidido defender su Estado de la invasión: “James Madison, Alexander Hamilton y los otros visionarios que redactaron la Constitución de los Estados Unidos tuvieron la previsión de que los estados no serían entregados al capricho de un presidente descontrolado que no hace nada para frenar amenazas externas como la de las mafias que trafican con millones de inmigrantes ilegales a través de la frontera”. El mandatario texano hace referencia, con tales palabras, al artículo I.10. Cláusula 3 de la Constitución americana, que reconoce el derecho de los estados a defender sus fronteras, y en similar sentido se refiere al artículo IV.4. Ante la absoluta inacción del gobierno federal, el gobernador Abbott no tiene más remedio que declarar que Texas está bajo una invasión e invocar el derecho a la defensa de su territorio: esa autoridad constitucional “es la ley suprema del país y se impone a cualquier norma federal que vaya en sentido contrario. La Guardia Nacional de Texas, el Departamento de Sanidad Pública y demás personal texano están actuando bajo esta autoridad, así como bajo las leyes del Estado, para asegurar la frontera de Texas”.
De nuevo, América se muestra más sana que Europa a la hora de defender su identidad frente a la plutocracia liberal y, por ello, apátrida. Los excelentes resultados de Trump nos indican que no todo está perdido. Y no sólo los valientes texanos se rebelan: los gobernadores de Utah, Virginia Occidental, Tennessee, Montana, las dos Dakotas, Oklahoma, Virginia y Carolina Norte se han unido a la acción de Abbott. Caso especial es Florida, donde el gobernador Ron de Santis ha mandado a Texas unidades de la guardia de fronteras de su estado, para patrullar de manera conjunta.
La Casa Blanca ha dado un ultimátum para que se deje entrar a los guardias federales en Shelby Park el día 26 de enero. Esperemos que Abbott se mantenga firme. Incluso si cede, el golpe dado a la administración Biden es terrible. Mientras, en las encuestas, el número de republicanos sureños favorables a una secesión alcanza ya el 68%. El poder de Mammón se tambalea en su mismo fundamento.
(Véase la declaración conjunta de 25 gobernadores republicanos en apoyo de Texas.)
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