¿Sorpresa? ¿Escándalo?... ¿O lógica confluencia?

Marine Le Pen echa un cable a Podemos y a Syriza

¿Traición?… ¿Llanto y crujir de dientes?… ¿Nos rasgamos las vestiduras?… ¿O, por el contrario...?

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Según informa el periódico francés Le Figaro en su edición de ayer, 6 de enero, la dirigente del Front National Marine Le Pen se ha congratulado en su blog por la “victoria del pueblo” y “la bofetada infligida al candidato de la Unión Europea, del Banco Central Europeo y del FMI, Stavros Dimas, en la elección presidencial griega”. (Es curioso, ningún periódico español, que sepamos, ha dicho hasta ahora nada del asunto; son demasiado incómodas, se ve, las informaciones que rompen esquemas.)
No se acaba ahí la cosa, sin embargo. Refiriéndose a los éxitos de Syriza en Grecia y de Podemos en España, el vicepresidente del FN, Florian Pilippot (cuya homosexualidad fue hecha pública recientemente; recordémoslo para hacer rabiar a quienes les chocan estas cosas), declaró sentirse “muy feliz  al ver que el pueblo levanta la cabeza. Podemos —añadió— es muy interesante”. Palabras que justificó con una pirueta: “Esto hace aumentar el debate sobre el euro, la austeridad y las políticas antidemocráticas”.
¿Traición?… ¿Llanto y crujir de dientes?… ¿Nos rasgamos las vestiduras?… ¿O, por el contrario, debemos ver en ello una lógica confluencia entre formaciones que, pese a sus diferencias más que evidentes, no dejan de tener un enemigo común: la oligarquía económica, política y mediática en el poder? “La casta”, como la llaman. Digámoslo con otras palabras y por poner un ejemplo. ¿No fue una soberana estupidez lo que ocurrió hace unas semanas en el Parlamento Europeo? Recordémoslo. Los partidos de la derecha identitaria presentaron una moción de censura contra el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. El motivo no era baladí, era brutal: durante los ocho años en que Juncker fue primer ministro de Luxemburgo, cientos de multinacionales han disfrutado de un chanchullo gracias al cual sus impuestos han sido de… ¡hasta menos de un 1%! Miles de millones se nos han estafado de tal modo (ahora siguen estafándose, pero autoridades y multinacionales tienen que disimular más).
Exactamente por los mismos motivos que la derecha radical, exactamente contra el mismo impostor, Podemos, junto con otras fuerzas izquierdistas, intentó formular otra moción de censura. No lo logró porque los suyos se rajaron; pero no es esto lo que importa. Lo que importa es que en ningún momento se le pasó a nadie por la cabeza la posibilidad de que la derecha y la izquierda radical —las fuerzas populistas— pudieran firmar juntas una misma moción de censura. (Da igual que tampoco entonces hubieran conseguido la mayoría de los dos tercios necesarios para derrocar a la Comisión: todo el mundo sabía que todo ello era un acto simbólico, de testimonio, de protesta.)
¿Estoy dando mi bendición a Podemos y al gesto de de Marine Le Pen? No, me estoy limitando a constatar una evidencia. Dos, mejor dicho. La primera es la evidencia de lo que une: el enemigo es exactamente el mismo. La segunda, la evidencia de lo que desune: los objetivos finales, a largo plazo, son en ambos casos profundamente distintos, como opuesta es también la visión del mundo que preside a la lucha de unos y otros.
Veámoslo más de cerca. Una sola cosa interesa a la gente de Podemos, de una sola cosa hablan sin parar: de economía, de dinero, de condiciones materiales de vida. Exactamente como cuando habla “la casta”, aunque con enfoques y propósitos diametralmente opuestos. No hay en Podemos (y tampoco, por supuesto, en Syriza) ni media palabra para nada más. ¿La degradación del mundo y de la Tierra, el sinsentido de la vida, la destrucción de la belleza, la aniquilación de nuestro destino colectivo como pueblo?… ¿Y esto qué es, tío? ¡Déjate de chorradas, tía! (Y ya no hablemos de su postura a favor de la inmigración de asentamiento que —tanto si gusta como si no: y a ellos les gusta, por desgracia— está transformando de arriba abajo la base cultural y étnica de Europa.)
Dos evidencias: una va en un sentido, la otra en el opuesto. ¿Cuál de ambas puede acabar siendo predominante? He ahí, sin duda, el gran interrogante que se abre de cara al futuro.

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