La intención anunciada por su alfaomega Iglesias de no comparecer "con su marca" en las próximas elecciones municipales, entre otras razones porque cualquier actuación "impropia" de algún cargo electo sería muy perjudicial para el prestigio de Podemos, caracteriza con bastante precisión la estricta índole virtual, mediática, de este partido que no es cabalmente un partido sino un estado de ánimo tensionado en las redes sociales: una cosa de Internet que sale en TV y ha conseguido votos y representantes en las elecciones europeas, las que piden menos trabajo concreto y dan más sueldo.
Se equivoca el estudiantil Pedro Sánchez cuando señala a Iglesias y sus seguidores como un movimiento populista. No lo son. El populismo, aparte de un caudillo arropado por las masas combustibles, necesita la efectiva sublimación de las contradicciones sociales y de clase en aras de un bien "superior", sea éste "la justicia" abstractamente considerada, la patria, el progreso o cualquier tontería de esas que cualquiera pueda nombrar y casi nadie es capaz de definir con exactitud. Podemos es un partido de sofá, para los días de fiesta, cuando no pasa nada y no hay retos concretos que enfrentar con gestión y acción efectivas. Su ámbito natural es el vértigo sin sustancia de las ideas que se transmiten según la velocidad que cada cual tenga contratada para su ADSL. No, ciertamente no hablamos de un partido populista sino de un grupo de ingeniosos publicistas que han sabido vehiculizar el descontento de muchos en propio beneficio, así como articularlo en torno a un proyecto que se niega a sí mismo la responsabilidad del día a día para suplantarlo por aquel anhelo tan característico del pensamiento totalitario: arreglarlo todo de una vez, de un plumazo y en dos patadas; a fecha fija. Estos esmerados teóricos del twit y el Me Gusta quieren la toma de la Bastilla y el asalto al Palacio de Invierno sin haber hecho antes los deberes de la realidad.
Por otra parte, no deja de ser significativo, mucho, que los dirigentes podemistas, ante unas elecciones municipales, desconfíen tanto de la capacidad organizativa de su formación como de la aptitud de sus militantes, cautelarmente sospechosos de protagonizar actuaciones "impropias" que dañarían la imagen de su copyright. Cocineros antes que frailes, saben muy bien con qué moneda pagan los trolls de Twitter y los fanáticos de Facebook el más mínimo desliz. Quieren seguir siendo un partido sin historia ni mácula, sin manos en la masa, incontaminado por la acción allá donde verdaderamente se toman decisiones que afectan a la ciudadanía: las instituciones. Una cosa es "moverse" en la pureza indignada de una manifestacion y otra arriesgarse a cambiar algo de verdad Y, por supuesto, una cosa es mantener el chiringuito controlado por los cuatro prácticos en la materia (casi todos ya colocados en Bruselas) y otra entregar poder a la chusma, ese poder pequeño pero irritantemente cotidiano del municipalismo. Al pueblo hay que darle promesas y buen ejemplo, no herramientas con las que ellos mismos puedan ponerse a la tarea de cambiar las cosas y, cuidado, joder el delicado mecanismo de la revolución "desde arriba".
Ejemplos hay, muy cercanos, de cómo la dirección de un partido ha evitado las listas municipales para no perder el control absoluto del tinglado. Que le pregunten a Rosa Díez y su UPyD cómo les salió, hace cuatro años, aquel invento de no presentar candidaturas en municipios de menos de 50.000 habitantes.
En fin, que se han retratado Iglesias y su consejo de administración. Del ilustrado y burgués "todo para el pueblo pero sin el pueblo" han evolucionado hasta la modernidad caradura de "todo para nosotros pero con el pueblo". Buenos maestros en la asignatura tuvieron y tienen en sus paraísos caribeños de referencia.
Jetas...
http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/podemos-quiere-usar-marca-las-elecciones-municipales-3539717
Ahora no Podemos
Es significativo que los dirigentes podemistas, que han decidido no presentarse a las elecciones municipales, desconfíen tanto de la capacidad organizativa de su formación como de la aptitud de sus militantes para la honradez.
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