China no cuenta en esta cuenta porque China es un mundo en sí, imprevisible, como un mito impenetrable, a menudo incomprensible. Y aparte de China sólo hay dos países en el mundo voluntariosamente empeñados en mantener su propia identidad, fuera y a ser posible lejos de la globalización americanizada: Rusia e Israel. Los dos caen fatal a tirios y troyanos, es decir, a progres y teapartys.
Yeltsin, aquel simpático gordinflón afectado de crisis dipsomaníacas, quiso hacer de Rusia un garito, vender el país a cachos a los norteamericanos y sus socios de la UE, entregar porque sí los inmensos recursos de gas y petróleo, las minas de diamantes, el oro siberiano, la flota del Mar Negro y el comercio mercante de Kaliningrado, todo a cambio de vodka barato y unos cuantos Mac Donalds repartidos por la geografía de aquel gigantesco país. Mientras, los ciudadanos de la extinta URSS peleban frío en invierno (o sea, siempre), y morían de hambre o por intoxicación de alcohol de garrafa.
Putin, con su fama de mafioso a cuestas, dio un puñetazo sobre la mesa y dijo: "Hasta aquí hemos llegado". Hoy, una década más tarde, hay más millonarios rusos que habitantes en España. ¿Todos mafiosos, como Putin?
Ya que el negocio de quedarse gratis con el país más grande y rico en recursos del planeta no les salió bien, los mandamases del democrático occidente han decidido del mal el menos: Ucrania es mejor que nada. Y Putin a lo suyo. No le importa pasar a la historia como el presidente que inició la segunda guerra de Crimea. De paso cuida de "los suyos" (ya se sabe cómo son los mafiosos...), esos millones de ciudadanos tradicional y culturalmente rusos que componen prácticamente la mitad de Ucrania. A los europeos y americanos les toca ahora pensar dos veces la jugada.
Tirios y troyanos, progres y teapartys, andan que trinan con este asunto. Los progres con la boca llena de "democracia", como siempre (y curiosamente, en contra del referéndum "secesionista" de Crimea). Los de l´autre côté por alergia genética a Rusia, recuerden: Rusia siempre "es culpable". Y además por inercia afectiva en los partidos Rusia-USA, aunque ahora el capitán del equipo americano se parezca más a un actor de película (de las de dar pena) que en los tiempos del mismo Ronald Reagan, otro actorazo aunque menos pasmado que Obama.
Como decían esta mañana en una tertulia radiofónica: "En Europa podemos hablar y hablar y decir lo que queramos, aventurar todos los juicios morales que nos dé la gana, condenar lo condenable... Todo eso, a Putin no le interesa en absoluto". Bien cierto, Putin va a lo suyo y a cuidar de lo suyo y de los suyos. Juega otro partido, por así decirlo. Y va ganando 1-0.