No es que me importe mucho ni me preocupe más de lo razonable, o sea, casi nada; pero me late la curiosidad cuando leo y releo los nombres de las organizaciones políticas que van apareciendo al reclamo de las próximas elecciones europeas. Supongo que el esfuerzo imaginativo por titular a estos nuevos grupos con nombres pegadizos y de honda sustancia "va en línea" con el cambio eclosional acontecido en la política italiana (siempre marcando estilo los transalpinos), hace un par de décadas, en virtud del cual las opciones tradicionales se retitularon "Rosa Blanca", "Llama Tricolor", "El Olivo", "Forza Italia" y cosas así. Pero Italia es Italia y España no. Aquí nos tomamos las cosas con más ceremonia y menos hipérbole, sobre todo si tienen que ver con la política, esa superficie de la historia que para nosotros, por lo general, está siempre a punto de hacer historia verdadera (Historia con mayúscula, decimos), aunque el agua nunca termine de llegar al río.
Me refiero a los nombres de los últimos partidos fundados en la derecha y la izquierda. Los conservadores se llaman "Vox", nombre que hace años podría haberse confundido con el relanzamiento editorial de los famosos diccionarios de latín; aunque hoy, en plenos esplendores de la sociedad tecnológica, suena fatídicamente a empresa de telefonía móvil. No sé si los responsables de Vox se habrán planteado esta cuestión subliminal, pues corren el riesgo de perder muchos votos por el simple motivo de que las compañías telefónicas acumulan decenas de miles de reclamaciones cada año ante las oficinas de atención al consumidor. Para votar a un partido que suena a Yoigo emparentado con Vodafone hay que tenerlo muy claro.
Lo de la izquierda es peor, como casi siempre. Pablo Iglesias (el de Intereconomía con coleta), ha bautizado a su formación con el escatológico nombre de "Podemos". No es que evoque la marca de un laxante; es que en las farmacias de España se encuentran media docena de potingues con esa misma denominación, convenientemente anglosajonizada para que quede más fino. No negaré impavidez ante el peligro a los inventores de Podemos, como tampoco a sus futuros (deseados) compañeros de coalición en IU, los dinámicos chicos de Izquierda Abierta, otro partido de nombre conspícuo, entre local afterawer y Círculo Libertino Tradicionalista. Aquí, desde que don Benito Pérez Galdós puso de moda una novela titulada "Fortunata y Jacinta" (un editor contemporáneo se abriría las venas antes que publicar algo con semejante portada), todo hijo de vecino tiene derecho a intentarlo.
Hablando de novelas, y por no perder los equilibrios sobre el abismo, recuerden el título de la obra con que inauguraba Almudena Grandes su dodecalogía sobre la guerra civil española: Los aires difíciles. Si salieron al fin aquellos aires, y con bien por muy difíciles que fueran, ¿por qué no van a "poder" Iglesias y los suyos?
Hala, a apretar que las elecciones están a la vuelta de la esquina. En este caso cabría decir que, para algunos, quedan al fondo a la derecha.