El proyecto de ley educativa impulsada por el ministro Wert que estos días se cuece y trajina desde el gobierno los ha retratado a todos, de nuevo.
Unos partidos nacionalistas jeremíacos que se levantan chillando y se acuestan llorando. Como la gata Paca, que llora si se la meten y llora si se la sacan.
Una izquierda que (como afirmaba hace unos días Fernando Savater en El País , tiene su punto de manicomio en sus relaciones con el nacionalismo: o les dan la razón como a los locos, para no discutir ni enfrentarse a ellos, o se hacen los locos cada vez que a algún caudillo de la periferia se le ocurren nuevos versículos que añadir a ese Compendio General de Delirios Periférico-Paranoides.
Una derecha tan abrupta que se muerde a sí misma y se refocila en el vituperio ante ésta o cualquier otra iniciativa de cierto alcance, sobre todo si la misma concierne a la inacabable controversia catalana. No es que se hagan los locos, es que El Mundo y Losantos y LR y toda la peña mediática parecen locos de verdad en esta carga de la brigada tea party contra Wert.
Total, que con este panorama yo cada día estoy más contento de vivir el La Coruña, y no precisamente porque en Galicia gobierne el PP sino porque, gracias a Dios, estamos rodeados de agua por todas partes menos por una que nos une al manicomio.
Perdón: a España.
