En el país de tócame Roque aún llamado España, y más en concreto en su región (perdón, Comunidad Autónoma) de Andalucía, unos padres han sido detenidos por haber infligido a su hija de 16 tiernos años el castigo de no salir de casa el pasado 28 de febrero, Día de Andalucía.
Tranquilos, calma, no se me alteren, por favor: bastante lo estoy yo. Tómense una tila y frótense los ojos: sí, han leído bien. No es ninguna broma, no es ninguna errata, no es ningún error ni de este periódico ni de los demás, esos que informan de una forma fría, pulcra, aséptica, sin poner el grito en el cielo, acerca de semejante vejación. No la inexistente vejación de una niñata de mierda castigada a quedarse en casa (¡la que debió de haber montado!…), una cría que tuvo además la desfachatez de interponer denuncia contra sus progenitores. Me refiero a la vejación sufrida por éstos, que una vez detenidos por la Guardia Civil de la ciudad de Baeza (Jaén) fueron trasladados ante el Juez (no se especifica si esposados y con grilletes), el cual Juez, después de inculparlos por un delito de “detención ilegal” y de privarles de la custodia de su hija (que se encuentra en un Centro de Menores), decidió, en un acto de suma mansedumbre, dejarlos en libertad, aunque con cargos.
P. S.: Algunas noticias de última hora (no confirmadas, sin embargo) hablan ahora de que la chica en cuestión se habría presentado a la Guardia Civil luciendo un hematoma en un ojo (¿dónde y cómo lo habría recibido?: misterio), circunstancia que algunos ya han utilizado para culpar de malos tratos al padre. (Parece, por lo demás, que el matrimonio está separado, y el castigo fue infligido tan sólo por el padre de la criatura, contando sin embargo con suficiente aprobación de la madre como para que ésta haya sido imputada como “colaboradora”). Aun manteniendo las precauciones de rigor sobre cuál sea al final la verdad del caso, los anteriores elementos no cambian nada sustancial en cuanto a su valoración. Lo que aquí importa no es la historia como tal: es su valor simbólico. Aun suponiendo (que es mucho suponer) que nada de lo relatado fuera como lo han contado los periódicos, basta que semejante cosa sea creíble, basta que se pueda juzgar posible semejante aberración (como posible fue hace algún tiempo que un juez inculpara a una madre por haber dado una bofetada a su criatura) para que se ponga de manifiesto lo único que importa resaltar: el desquiciamiento de una sociedad que pone en entredicho los principios de autoridad y de familia.