Huyendo sin aliento ni esperanza porque el mal no se da tregua

¿Nunca descansan?

Son incansables, reiterativos, monográficos y monotemáticos, cansinos hasta lo irritante, estomagantes...

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Me recordó la escena hace unos meses, en Granada, un amigo muy experto en materia cinematográfica: el pequeño y valiente John Harper lanza la angustiada queja, “¿Nunca descansa?”, cuando divisa en el horizonte la silueta del abominable reverendo Harry Powell, asesino oportunista que persigue a John y su hermana con tenacidad psicopática, en busca de un botín maldito. Esto ocurre en una película soberbia, La noche del cazador, obra única en la que Charles Laughton muestra su inmenso talento como director. Pero el cine es el cine, claro. La realidad está menos trabajada en su argumento porque, por lo general, los buenos no ganan, los malos no reciben su merecido y al final casi nadie es feliz. Sin embargo hay detalles que, como en toda obra artística merecida, trascienden para desvelarnos la evidencia de lo cotidiano, aquello tan fácil de sufrir y tan difícil de describir como es el malestar de cada día en una cultura social empapada justamente de malestar y autoaborrecimiento. ¿Nunca descansan?

John Harper, fugitivo del criminal reverendo y de la muerte, se refiere a la persistencia del mal encarnado en la codicia de Harry Powell, aunque su lamento también sirve para describir la desazón que nos avasalla ante la inaudita perseverancia de la ideología buenista, woke a plomo, omnipresente en todos los mensajes dirigidos a las masas desde hace años, desde todos los medios de comunicación, en todas partes y en todo momento. No hay manera de ver un informativo en TV, en ninguna cadena, sin que salten de inmediato, como palomitas en la sartén, los mantras oficiales: “visibilidad”, “sostenibilidad”, “cambio climático”… etc, etc y pongan uds. el etcétera tan extenso como apetezcan. En efecto, son incansables, reiterativos, monográficos, cansinos hasta lo irritante. En efecto: nunca descansan. Y en efecto, considerando que el objetivo de tanta insistencia y tanta propaganda no es otro que la invulnerable determinación de las élites por imponer su agenda 20-30, podemos retornar al origen funesto de la aflicción: el mal nunca descansa. Y es lo que hay, de momento.

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