¿Quién ha dicho que no tenían ni una sola virtud?

Coherencia del Gobierno

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Dicen los que dicen que saben que el cargo de la ministra gaditana con apellido operístico sin feminizar tiene los días contados, igual que su ministerio, uno de los inventos más inútiles y cursis en la historia de la democracia española. También dicen que va camino de Cádiz, para ir haciendo genio y figura de cara a las próximas elecciones municipales. Y que se lleva al novio, oigan, un señor que tenía un empleo estupendo aquí, en la andaluza comarca, pero tras la separación por causa del nombramiento ministerial de su pareja no tuvo más remedio que aceptar, a regañadientes desde luego, el puesto de delegado de la Junta de Andalucía en Madrid. ¿Qué dicen ustedes? ¿Que qué leches es eso de delegado de la Junta en Madrid? Pues miren, ni idea. Pregúntenle a Frasquito Martínez, que fue secretario de Cooperación Cultural con Osetia de en Medio. ¿Será por cargos? ¿Y será por amor a la familia? La ministra, que ha luchado lo indecible para que las mujeres trabajadoras pudieran beneficiarse de la “reunificación familiar”, es decir, que las trasladasen a centros próximos a su domicilio, dentro de la misma empresa, solucionó de plano su propia reunificación: yo al ministerio, tú a ser delegado en Madrid de lo que haga falta y Dios en la de todos. Eso es coherencia. No sé por qué las asociaciones en defensa de la familia y demás reaccionarios han criticado tanto la gestión de esta pionera, con el esmero que cuida su propio jardín. Una incomprendida, eso es la ministra de apellido no feminizado.

Más coherencia. El gobierno de la nación acaba de aprobar, porque sí, un decreto según el cual se conceden 1.800.000 de euros a las Comunidades Autónomas, en compensación por haber suprimido el impuesto sobre patrimonio. En román paladino: lo que antes pagaban los más adinerados, ahora lo abonamos a escote entre todos los españoles. Eso es socialismo fino, sí señor. ¿Vamos a dejar que unos cuantos opulentos vayan por ahí dándose tono porque pagan demasiados impuestos? Quita allá. Esta ronda va de nuestra cuenta, y los ricos que se metan el dinero donde les quepa. Se hace cierto, finalmente, el ideario utópico de La Internacional: los pobres de la tierra son amos del mundo, porque, que se sepa, quien paga manda. ¿O no?
Más dinero, es la guerra. El gobierno –el mismo de antes, el de España–, acaba de meter una subida al tabaco y la gasolina de no te menees, un alza del 19% que repercute en incrementos de hasta el 27% en dichos consumibles. ¿No creerían que la crisis iba a quedarse solamente en la destrucción de empleo? No sea usted ingenuo, don Froilán. El aumento piramidal del paro es sólo la primera fase. Lo que nuestros mandamases aún no han explicado, porque no les interesa, es que ahora toca mantener, entre todos, el coste social de 4.000.000 de desempleados, amén de soportar el cataclismo económico que supone la cesación de actividad productiva por esa ingente cantidad de trabajadores. ¿Más román paladino? Pues nada, que primero llega el paro y después la inflación. Arriba los precios, el cielo es el techo. Pero claro, estimado vecino, como usted no fuma y coge el coche una vez al año, para bajarse al remojón de Calahonda, pues no ve motivos para inquietarse. Tampoco los había hace un año, cuando el ministro de Economía, coherente con la euforia electoral de su partido, juraba por San Veluto y negaba que hubiera crisis económica en el horizonte. Se lo explico parafraseando a Bertolt Brecht, a ver si nos enteramos. Primero subieron el precio del tabaco, pero como no fumo, no me preocupó; después subió la gasolina, pero como soy un ciudadano modelo y uso los transportes públicos, tampoco me preocupó; más tarde subió la ternera, pero como soy vegetariano, me dio lo mismo; ahora, el billete de autobús vale 3,50 euros y la barra de pan 2,75… Pero ya es demasiado tarde.
Bueno, no nos pongamos catastrofistas. Siempre quedará el recurso de jugar a La Primitiva, que es otra fuente de financiación importantísima para el Estado. Tal como reza un cartel del Organismo de Loterías, el cual puede verse en cualquier administración: “A jugar, que son dos días”.
Contra la disgregación familiar: un cargo de aúpa para el niño y helado de piña para la niña; contra tabaquismo: rapiña y otro helado de piña; contra la presión fiscal sufrida por los acaudalados: que paguen los pobres; contra el paro: subida de precios –así nos vamos jodiendo todos, que es lo democrático–; y contra la lacra de la ludopatía: “A jugar, que son dos días”. Lo dicho: coherencia. No nos merecemos a este gobierno.

© La Opinión de Granada

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