Vayamos al fondo último del pensamiento de Heidegger, a su quintaesencia. Preguntémonos, al cumplirse este 26
Tales son las formas que ha revestido este “Gran Fundamento” con el cual los hombres han tratado de escapar siempre –salvo en la Grecia presocrática, precisaría Heidegger– a nuestra finitud. Pero cualesquiera que sean tales formas, todas nos suman en el error o, mejor, en
Así es como nos vemos abocados al hecho, tan portentoso como fascinante, de que las cosas son, el mundo es, todo está radiante de sentido y significación…, y nada sin embargo nos indica ni nos puede indicar la verdadera razón, la causa última de que las cosas sean. El problema, sin embargo, no está ahí. El problema no radica en el “misterio” que late en el fondo de esta maravilla por la cual las cosas son –es decir, están dotadas de presencia y significación. El problema no es el misterio por el cual (digámoslo con palabras de Heidegger) “existe algo en lugar de nada”. El problema no consiste en la conjunción de este misterio y de esta presencia, sino en el empecinamiento en no ver tal conjunción, en no asumirla: en los mil subterfugios con los que, en todas las épocas –y más que en ninguna en la nuestra– todo ello se ha intentado encubrir.
Conjunción de misterio y de presencia, de ocultación y de desvelamiento, decía: tal es la esencia misma de
Tal vez hubiera caído en el nihilismo, tal vez no hubiera podido Heidegger sostener toda esta extraordinaria tensión en que consiste su pensamiento, si se hubiese empeñado en mantener la filosofía en los cauces de la ciencia; en la senda de ese pensamiento científico que la ha guiado desde que Platón, después de expulsar a los poetas de su ciudad ideal, escribiera en el frontispicio de su Academia: “Nadie entra aquí si no es geómetra”. Es todo lo contrario lo que hace Heidegger –he ahí su gran innovación metodológica– cuando se pone a la escucha del decir poético y de la obra de arte en general, cuando se pone a dialogar con esa “donación inicial” –dirá en su famoso Holzwege– que
¿Puede un proyecto como el que implica el pensamiento de Heidegger plasmarse en algo más que en un pensamiento? ¿Puede semejante forma de pensar marcar de algún modo nuestros días y nuestras vidas? Ciertamente no en lo inmediato. Un pensamiento como el que acabo de condensar es de todo punto extemporáneo: llega fuera de tiempo, antes de hora. Los tiempos aún no están ciertamente maduros para recibirlo. Siempre ha sucedido así, por lo demás, en la relación que los pensamientos decisivos guardan con el tiempo y sus hombres: siempre llegan demasiado pronto. Como llegó demasiado pronto, antes de que cuajara en lo que desgraciadamente acabó cuajando, el pensamiento, por ejemplo, de la Ilustración.
¿Puede suceder algo parecido con un pensamiento como el que inaugura Heidegger? No lo sabemos. Sólo sabemos que algo así es indispensable si queremos que una nueva forma de pensar y de sentir, desde la ciencia hasta la religión, pasando por la política y